Heraldo del Campo

Orós Bajo o el Arca de Noé de las razas autóctonas oscenses

Borda Matías lleva casi diez años apostando por la conservación y comercialización de animales propios de la zona donde viven y sus alrededores.

Rosa Avellanet y su hija, Izarbe, con su rebaño.
Rosa Avellanet y su hija, Izarbe, con su rebaño.
Borda Matías

Unir la pasión con la profesión. Este es el sueño de miles de personas, aunque muy pocas pueden materializarlo. Quienes sí han podido hacerlo son Rosa Avellanet, bióloga y doctora en producción animal, y su pareja, Ricardo Azón, ingeniero técnico agrícola, quienes hace diez años se trasladaron al pequeño municipio oscense de Orós Bajo, donde en invierno apenas viven 20 vecinos y donde han conseguido convertirse en ganaderos comprometidos con la conservación de las razas autóctonas.

A Rosa, la pasión por la ganadería le viene de lejos, ya que su familia siempre se ha dedicado a ella y fueron trashumantes durante mucho tiempo hasta que se asentaron en Tarragona. Por eso, cuando Ricardo le propuso trasladarse a vivir a Orós, localidad muy vinculada a su familia, ella lo tuvo muy claro. «Al principio, todo empezó como un hobby, con un pequeño rebaño de ovejas tensinas que ya tenía Ricardo, pero al final la ganadería es muy adictiva y decidimos que era el momento de intentar sacar rendimiento a todo el esfuerzo que estábamos haciendo con el rebaño», apunta Rosa, quien decidió solicitar la incorporación como ganadera para poder hacer realidad su sueño de tener su propia explotación. Además, producen cordero y lechal tensino que ofrecen tanto a la hostelería como a particulares gracias a su empresa Borda Matías.

Arrancaron la aventura con 200 ovejas de raza Churra Tensina y a ellas se unieron medio centenar de cabras pirenaicas. No conformes con esto, Rosa y Ricardo apostaron por la crianza, el estudio y la promoción de otras muchas razas, como la gallina del Sobrarbe, el pavo oscense o burros de la raza Asnal Catalana.

«Todos nuestros animales están identificados electrónicamente e inscritos en los libros genealógicos de las diferentes asociaciones con las que colaboramos. Tenemos un gran compromiso con las razas locales y para nosotros es una gran satisfacción criar animales que luego van a formar parte de otras explotaciones», afirma Rosa, quien recuerda que algunas crías de sus burros viven ahora en Francia, Bélgica o Andalucía y que incluso han recibido pedidos de Méjico y Grecia.

Casi una década después de arrancar su sueño, Rosa y Ricardo están encantados de la vida que tienen y que comparten con su hija y cree que son unos auténticos afortunados: «Disfrutamos de la vida del pueblo, en un ambiente tranquilo, sin grandes sobresaltos, pero en una zona muy bien comunicada y con pueblos grandes muy cerca que nos ofrecen todos los servicios».

Más información en el Suplemento del Campo de Heraldo de Aragón

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