Heraldo del Campo

Lo que cuesta, a lo que se cobra y por lo que se vende

Un estudio presentado por UAGA evidencia que la brecha abierta entre los precios en origen y destino del melocotón y la nectarina se ha ensanchado desde el veto ruso aunque fue en la pasada campaña cuando batió récords.

El sector frutícola lleva años denunciando la complicada situación que atraviesan sus explotaciones.
El sector frutícola lleva años denunciando la complicada situación que atraviesan sus explotaciones.
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El sector frutícola lleva años denunciando la complicada situación económica que atraviesan sus explotaciones. Pero cuando el consumidor tiene que abrir su monedero para pagar la fruta que acaba de comprar en el supermercado tiende a pensar que los lamentos de los agricultores no están tan justificados. Unos y otros tienen sus razones. Lo que sucede es que no es lo mismo lo que cuesta un kilo de melocotón (o nectarina, o cereza, o ciruela...), que lo que el productor ha cobrado por ella y muchos menos (nunca mejor dicho) lo que se paga en el punto de venta.

La organización agraria COAG -a la que pertenece la aragonesa UAGA- evidencia con cifras esta realidad en un informe que ha presentado con el revelador título de ‘Cómo cargarse el consumo de fruta dulce 150 días al año’. Para ello ha realizado un estudio «pormenorizado y particular» del IPOD (un índice creado en 2007 para mostrar los márgenes comerciales entre los precios en origen y destino) del melocotón y la nectarina desde la campaña de 2013 hasta la del pasado año.

Los resultados arrojan cifras que parecen imposibles de traducir, a no ser que sea fruticultor porque, para desespero de este sector, ya se han convertido en una cotidianidad. En la evolución de los últimos diez años, como señala el estudio, ha sido habitual que las liquidaciones de los productores de fruta de hueso recibieran mucho menos, ya no de lo que les cuesta producir sino sobre todo de lo que desembolsa el consumidor por ese tipo de alimentos. Ese diferencial abrió brecha en 2014 cuando Rusia (atendiendo a una decisión meramente de carácter político) cerró a cal y canto sus fronteras a las importaciones de fruta dulce procedentes de la UE. Pero fue 2017, el año que, de momento, pasara a la historia del sector por acaparar todos los récords en los diferenciales de melocotones y nectarinas. Para los primeros el promedio se situó en un 732%. Los segundos registraron una media de 722%. Por si no fuera suficiente, la diferencia entre lo pagado en campo y en lineal alcanzó en el mes de agosto el 1.067% y el 1.053%, respectivamente. «Ni siquiera en el inicio del veto ruso se produjeron valores tan elevados», señalan desde UAGA. Y lo peor es, insisten, que no solo preocupa esta diferencia sino que lo cobrado en origen no llega ni de lejos para cubrir los costes de producción, lo que provoca pérdidas y una falta de liquidez que están poniendo en peligro la supervivencia de las explotaciones.

Imagínense que en una empresa de automóviles, el propietario vendiera sus coches, recién producidos y con las más exigentes condiciones de seguridad y calidad, a un distribuidor o un concesionario sin saber cuánto cobrará por ellos. Y que pasados dos meses, este distribuidor y concesionario le pagara poco más de la mitad de lo que le ha costado producir dicho auto, a pesar de que el propietario de la planta automovilística ha visto cómo los clientes interesados por sus vehículos tenían que pagar hasta cinco veces más que lo que él ha ingresado. Increíble ¿no? Pues eso es lo que sucede en el sector frutícola. Por incompresible que parezca y aún disponiendo de una ley que lo prohíbe, el productor de melocotón y nectarina vende su producción mediante esa peculiar -pero muy extendida- fórmula conocida como venta a resultas.

Y lo que ha resultado este año es «una auténtica ruina», insiste Vicente López, responsable del sector de fruta de UAGA, que detalla que las liquidaciones de los fruticultores durante esta campaña apenas han rozado los 20 céntimos por kilo. Cifras muy alejadas del montante que esos mismos agricultores tuvieron que desembolsar para producir sus melocotones y nectarinas.

«Los fruticultores no somos dueños de los precios de nuestras cosechas. Lo hacemos lo mejor que sabemos, pero al final quien manda es la oferta y la demanda», señala López, que recuerda que la campaña pasada no solo fue un «calco» de los ya difíciles años anteriores, sino mucho peor. «La tormenta perfecta», señala este agricultor, que recuerda que a los negativos efectos del veto ruso ha habido que sumar el incremento de la superficie ocupada por fruta dulce, un año sin inclemencias climáticas (pedrisco) y un suma y sigue en el descenso del consumo.

Así, los precios recibidos por el agricultor han sido un 60% inferiores a los que la campaña anterior y un 40% por debajo del coste de producción. «Estas cifras explican que haya gente que esté dejando las explotaciones y que los que se quedan lo estén pasando muy mal», destaca el representante de UAGA.

De esta situación apenas se entera el consumidor. Y no porque el ciudadano mire para otro lado o no quiera conocer la realidad, sino porque este desplome de los precios en origen no lo siente en su bolsillo. El informe realizado por COAG -organización a la que pertenece UAGA- destaca que mientras el fruticultor ha cobrado unos 15 céntimos de euro por un kilo de melocotón o nectarina, el consumidor ha pagado hasta un 2,39 euros.

«Tendencia estable y creciente»

El documento destaca que el análisis realizado demuestra que el precio en destino ha mantenido una «tendencia estable y creciente» a lo largo de los años. Poco ha importado el veto ruso, las condiciones climáticas, los aumentos o caídas de la producción. Lo cierto es que entre 2013 y 2017 el precio medio de venta al público ha subido un 12,3% en melocotón y un 16,3% en nectarina.

Al otro lado, en el primer eslabón de la cadena, sucede todo lo contrario. «El precio en origen es mucho más errático y en 2017 ha sufrido un gran descalabro», detalla López, que señala cómo el estudio realizado arroja cifras sonrojantes. La cotización media en origen de un kilo de melocotón se situó en ese mismo periodo en 0,28 euros, mientras que en nectarina arañó un céntimo más. Y esto en el mejor de los casos, porque en los meses de agosto y septiembre del pasado año, los fruticultores apenas cobraron 0,15 y 0,19 euros por kilo. «Hay una clara falta de reacción en la conformación del precio en destino respecto a la situación de los precios en origen», lamenta López.

No quieren decir con ello los fruticultores que la fruta sea cara. Lo que denuncian son los «irrisorias» cotizaciones que estos productos tienen en campo. «Nadie se queja de lo que vale una tapa, un café, un helado... pero el ciudadano tiene tendencia a pensar que el precio de la fruta es elevado. No sabemos por qué, pero tendremos que trabajar para ir cambiando esa idea», señala el sindicalista.

López lamenta además que «la imagen de la fruta está muy deteriorada». Y señala directamente a la poca profesionalidad de muchos establecimientos abiertos en los años de la crisis en los que «el negocio de moda era abrir una frutería». Cree además que este alimento «está muy desprestigiado» en los propios puntos de venta. «Nadie coge las sardinas con las mano y se las sirve él mismo, y a nadie se le pasa por la cabeza cortase la carne y ponerla en una bolsa», añade, dejando así claro su malestar por el modo en que el consumidor se sirve la fruta.

Descenso del consumo

Estos detalles podrían explicar el «dramático» descenso del consumo que se ha anotado este sector que genera en Aragón nada menos que 15.000 empleos directos.

Pero no es el único motivo. López también entona el ‘mea culpa’ en nombre de los fruticultores. Reconoce que los productores han estado en los últimos años más atentos a la producción y, sobre todo, al aspecto, mientras se despreocupaban del sabor -con lo que las producciones francesas o italianas han conseguido ser más atractivas para los consumidores-, o de adaptar las variedades a los nuevos gustos. «Hay que reconocer que hay variedades de melocotón y nectarina que son incomibles», reconoce.

Pero López también descarga responsabilidad en la Administración, que no solo permite los enormes diferenciales entre origen y destino con una ley de la cadena alimentaria «descafeinada», sino que además no pone freno al descontrolado crecimiento del sector, en el que una buena parte de la nuevas plantaciones están impulsadas «por gente ajena a la agricultura» con cuyas inversiones y sus negocios orientados al precio (bajo) «no solo nos cargaremos el sector frutícola, sino también al medio rural», advierte.

Por supuesto que la crisis es estructural, señala López, y es necesario consensuar soluciones a largo plazo, pero la «dramática situación» en la que están inmersos los productores exige una respuesta inmediata, insiste. Una respuesta que requiere medidas fiscales, financieras o también aquellas orientadas a reducir la producción, y que incluye una solicitud a la Unión Europea para que declare «la perturbación grave de mercado» en el sector de fruta, una fórmulas contemplada en la PAC que permitiría la utilización de los fondos de reserva de la política agraria para establecer un sistema de ayudas «que además tiene que ser ágil», exige UAGA.

«Si esta campaña es como la pasada, nos vamos»

«Toda la vida». Así contesta Alfredo Sanjuán cuando se le pregunta por el tiempo que lleva trabajando en su explotación, situada en Ballobar, municipio oscense de la comarca de Bajo Cinca, una de las principales zonas productoras de fruta de hueso en la Comunidad. Mucho menos tiempo lleva su hijo, de igual nombre y 25 años, que se incorporó hace cinco años, o su sobrino, que también en la veintena ha decidido seguir los pasos profesionales de la familia. Pero con años a sus espaldas o recién estrenados en la explotación, todos ellos comparten la misma preocupación. «No sabemos si vamos a poder resistir una campaña más», según Alfredo Sanjuán (padre), que explica que durante el mes de julio cobraron por sus albaricoques unos 0,27 euros/kilo, y en el mes de agosto el precio en origen de sus nectarinas apenas alcanzaba los 0,08 euros/kilos, «y no estamos hablando precisamente de un pequeño volumen». Para reforzar su argumento muestra una de las facturas de sus últimas liquidaciones en la que Sanjuán cobró 37.000 euros por 197.657 kilos. Atendiendo a los costes de producción (entre 30 y 35 céntimos de euros), este fruticultor gastó para producir esa cantidad alrededor de 59.300 euros.

«Si este año viene como el pasado, nos vamos», asegura con contundencia este productor que cuenta con una explotación de 48 hectáreas, «puestas todas en los últimos 20 años realizando una elevada inversión» -destaca-, en la que da empleo a 10 trabajadores «en un pueblo en el que apenas hay 800 habitantes», matiza.

Mientras así lo explica, Sanjuán mira a su hijo, que no solo ha heredado el nombre sino el amor por el sector agrario, y lamenta las dificultades que están atravesando especialmente aquellos emprendedores que como Alfredo (hijo) decidieron encaminar su vida profesional en la fruticultura. «Para los jóvenes es muy complicado tirar para adelante con estos precios tan ruinosos», señala.

Este fruticultor recuerda que las dificultades económicas que arrastra el sector no tienen su origen en el pasado año. Van mucho más allá, y se acentuaron considerablemente con el cierre de las fronteras rusas a la fruta de hueso. Pero reconoce que 2017 ha sido especialmente dramático. Y advierte que en el Bajo Cinca, «hay muchos jóvenes que ya han plegado tras la catástrofe de la pasada campaña». Señala, además, que los que como él todavía continúan, «no podremos seguir si no tenemos acceso a créditos blandos porque no tenemos liquidez».

Sanjuán lamenta el escaso interés mostrado por la administración para consensuar soluciones a corto y largo plazo que ponga fin a una crisis que «va a terminar con el sector». Y deja en el aire una queja: «¿Qué haría el Gobierno si Opel anunciara que 10.000 personas se van a la calle?

Más información en el Suplemento Heraldo del Campo

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