¿Qué hacer cuando a tu hijo le da una pataleta?

Ante esta situación tan desconcertante los nervios se nos ponen a flor de piel y saltan todas alarmas, sobre todo, cuando el ‘espectáculo’ se hace público y suscita los comentarios de los demás.

Los niños están dispuestos a exigir con todas sus fuerzas aquello que desean.
Los niños están dispuestos a exigir con todas sus fuerzas aquello que desean.
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"¡Déjalo, pobrecito!". "¡Qué padres tan agresivos!"… escuchamos a nuestro alrededor. Y es que acabamos de perder, literalmente, los nervios y el control de nuestras propias emociones. Pero, ¿qué padres no han vivido ese tremendo momento, que nos pone a prueba, cuando los más pequeños nos sorprenden con una de sus temibles pataletas? Ante esta situación “abrumadora y desconcertante los nervios se nos ponen a flor de piel y saltan todas alarmas, sobre todo, cuando el ‘espectáculo’ se hace público y suscita los comentarios de los demás”, explica Ana María Bolea Álvarez, educadora social y técnico de educación infantil, que sabe cómo prevenir y actuar ante este tipo de comportamientos. “Nuestro objetivo es conseguir -afirma Bolea- que nuestros hijos soliciten sus peticiones y necesidades, pero con educación”. Los padres debemos marcar, sin excedernos, las normas y los límites. Es preferible que estas sean pocas, pero efectivas y que se cumplan, a que sean muchas y que no se cumplan. Debemos comunicárselas, explicárselas a nuestros hijos, ya que, aunque sean pequeños y todavía no sepan hablar, sí que saben escuchar. Los pequeños tienen que sentir seguridad y afecto. Es aconsejable no mostrar ni un exceso de cariño ni una demanda del mismo; lo mejor es que seamos coherentes a la hora de dosificar el 'bote de Mimosín'. Deja que se desahoguen, sin intervenir. El niño se manifiesta llorando e, incluso, pataleando ante la negación de algo. Pero, ¿hay alguien que no se irrite, cuando le dicen que no? Dejemos que se consuele, que se alivie y que experimente su actuación. Afortunadamente, son pasajeras. Las pataletas tienen que aparecer. Hay niños que las ven pasar de largo y otros que parece que vayan a vivir con ellas toda su vida. Tranquilos, nuestros hijos las dejarán cuando vean que no hay nada efectivo en ellas. No confundamos seriedad con irritación. Debemos evitar que los niños nos vean de mal humor. Es decir, no deben notar que su mal comportamiento nos está afectando excesivamente y que no podemos controlarnos. Demuestra, en todo momento, calma y tranquilidad. Una simple mirada de sosiego, de paz, de silencio, siempre ayudará a canalizar ese enfado. En casa o en la calle, tenemos que ser capaces de mantener las mismas actuaciones. Si nos resulta agotador, podemos cambiar de ambiente, pero sin interrumpir el pataleo ni el llanto del niño. Cuando se haya tranquilizado, háblale mirándole a los ojos. Focalizar el punto de los ojos ayudará a que nuestros hijos sientan y vean el cariño y el afecto que les transmitimos. Con esta comunicación verbal y no verbal ellos irán comprendiendo sus actuaciones. No tenemos que darles siempre lo que nos piden. Si a nuestro hijo le hemos dicho a algo que ‘no’, hay que mantenerse firmes, aunque nos duela la cabeza; recuerda que son 'lágrimas de cocodrilo'. No existe un dolor físico, se trata de manifestaciones de egocentrismo y posesión. Y cuando las pataletas cesen: ¡premio! Por supuesto, superadas las pataletas, debemos premiar su conducta con algo que les guste; no tiene porque ser algo material. Para reflexionar. Piensa que un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo; a estar siempre ocupado con algo; y a saber exigir, con todas sus fuerzas, aquello que desea.

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