Los padres no podemos controlar la imagen que nuestros hijos van construyendo día a día de sí mismos. Pero sabemos que carecer de autoestima puede resultar un serio obstáculo para alcanzar el éxito en las tareas y en las relaciones sociales. Además, la psicóloga Laura Couto González insiste en que debemos saber aprovechar esa gran ventaja que tenemos los adultos, ya que “cuando nacen, los niños son como una pizarra en blanco, y esto nos otorga la gran oportunidad de poder escribir en ella muchas cosas positivas, que, seguramente, quedarán grabadas para siempre en su conducta”; cosas y consejos como los que apunta la psicóloga, que servirán, sin duda, para mejorar su autoestima. Amor incondicional. Nuestros hijos deben percibir en todo momento que el amor que sentimos por ellos es mayor que cualquier mal comportamiento que hayan podido tener. Reprochar su conducta. Hay que tener mucho cuidado con las expresiones que usamos a la hora de reñirles. Es preciso evitar las expresiones inculpatorias como: "Qué malo eres", y centrarnos únicamente en reprochar la conducta: "Eso que has hecho no esta bien". Firmeza y cordialidad. Firmeza y cordialidad no son términos incompatibles. Hay que ser comprensivos y prestarles apoyo emocional, pero sin olvidarnos de marcar unos límites, que siempre han de ser razonables, y asegurarnos de que los han entendido perfectamente. Cuidar nuestras palabras. La autoestima de un niño depende en gran medida de lo que oye y especialmente de lo que le decimos directamente. Debemos tener cuidado con los mensajes repetitivos, porque, al final, con esa repetición de mensajes, el niño acaba por hacer propia, por asumir, una valoración nuestra. La autoestima influye en los estudios. Unas bajas calificaciones, y sus correspondientes comentarios despectivos, hacen que el niño elabore un mal autoconcepto que le llevará, por lo general, a no confiar en sus capacidades y a no afrontar las tareas para evitar el fracaso. Unas expectativas realistas. Debemos proyectar en nuestros hijos una adecuada imagen de sí mismos, para ello, hay que tener esperanzas y confianza en sus capacidades. Las expectativas deben ser siempre realistas y basadas en la personalidad e intereses del niño. Si las expectativas son bajas, su rendimiento estará por debajo de sus posibilidades; por el contrario, si las expectativas son altas, el niño tendrá una baja autoestima y una alta frustración. Ayudarles a sentirse especiales en algo. Para ello, debemos valorar sus cualidades y estar apoyándoles siempre que algo vaya mal, pero sin coartarles la libertad de que se arriesguen, tomen decisiones y resuelvan sus propios problemas. Predicar con el ejemplo y cumplir las promesas. Nosotros somos el ejemplo que toman nuestros hijos y por ello debemos poner especial atención a nuestras actitudes y comportamientos. Tenemos que escucharles activamente, haciéndoles saber que sus opiniones son importantes, y mantener una coherencia entre nuestro mensaje verbal y el no verbal. Jamás debemos engañarles y es muy importante que cumplamos siempre nuestras promesas. Evitar las comparaciones. Cuando comparamos a dos personas, siempre hay una que sale mal parada y que se sentirá inferior y posiblemente humillada. Debemos ser muy claros y directos en el mensaje, y centrarnos en la conducta y no en la persona. Cohesión familiar. Si planificamos las actividades familiares en conjunto, contando, por supuesto, con la opinión de nuestros hijos, se fortalecerá la cohesión familiar y ellos se sentirán parte importante y valiosa del grupo familiar. Y recuerda siempre. Según un antiguo proverbio chino: "La vida de un niño es como un trozo de papel en el que todos los que pasan dejan una señal".