Los secretos naturales escondidos en las saladas de Sástago y Bujaraloz

Las saladas de Sástago y Bujaraloz ocupan una superficie de 8.144 hectáreas
Las saladas de Sástago y Bujaraloz ocupan una superficie de 8.144 hectáreas
CARLOS MUÑOZ

Las Saladas de Sástago y Bujaraloz acaban de ser incluidas en el convenio Ramsar, la lista internacional que recoge los humedales más importantes del planeta y en la que también acaba de entrar los tremedales de Orihuela, en la provincia de Teruel. El pasado 2 de febrero, con motivo del Día Mundial de los Humedales, el Departamento de Medio Ambiente hizo una ‘presentación oficial’ a la prensa de las saladas en una visita en la que se pudieron recorrer acompañados del consejero Alfredo Boné, representantes locales y y miembros de SEO/Birdlife, que fueron desgranando los secretos encantos de este ecosistema único en el mundo.


Bajo la blanca lámina de sal que por hectáreas cubre este espacio natural bulle una vida cuyo origen se remonta en algunos casos a millones de años. Se trata de un paisaje que es necesario saber ‘leer’, por eso, desde los dos municipios y desde el gobierno de Aragon se quiere poner en marcha una serie de infraestruturas que facilite a los visitantes la tarea de comprender mejor este hábitat, indicando ademas los recorridos permitidos, para que no se perjudique a un ecosistemas tan valioso como frágil.



Una historia antigua

Hace millones de años, durante el periodoTerciario, el mar cubría Aragón. Las aguas se retiraron pero la sal se quedó, dejando sustratos salinos en la depresión del Ebro. Como antiguo vestigio de ese mar queda este conjunto lagunar de 26 cubetas que ha llegado hasta nuestros días. Estas saladas tienen ‘apenas’ 100.000 años, por lo que son unos ‘bebés’ desde el punto de vista geológico. Sin embargo, alguno de los microorganismos que las habitan tienen su origen hace cinco millones de años, desde que las aguas marinas cubrían esas tierras.


Son endemismos, especies que solo se dan en un lugar del planeta: este espacio monegrino. Y que han sido uno de los motivos que se han valorado para incluir a las saladas de Sástago y Bujaraloz en esa liga de las estrellas que es la lista Ramsar.


Aunque durante la visita las lagunas parezcan secas a la vista por la falta de lluvias durante todo este otoño e invierno, «todos los días entra agua en las saladas», explica Luis Tirado, delegado de SEO en Aragón. El agua va llegando poco a poco, infiltrándose en la tierra, a veces desde muchos kilómetros de distancia. No discurrre por corrientes sino por un proceso de tierra mojada, en el que las moléculas de agua van resbalando hacia las saladas porque es la zona más hundida de todo Monegros, ya que las cubetas se sitúan por debajo del nivel freático y la propia ley de la gravedad va conduciendo cada gota de agua hasta aquí.El alto nivel de insolación va evaporando el agua y deja la sal en el suelo.


Estas salinas han proporcionado también un recurso a las poblaciones de la zona desde tiempos históricos. El hombre monegrino supo aprovechar la sal históricamente y su extracción fue una actividad económica viva en la zona hasta hace unos años. Este aprovechamiento realizado de manera sostenible a lo largo de la historia ha sido otra de las razones que ha mantenido el buen estado de gran parte de estos ecosistemas únicos. La sal se recogía, almacenaba y secaba hasta ser comercializada para salazones, pues su sabor algo amargo no la hace idónea o adecuada para el uso humano. Como no siempre las lagunas se llenaban por la lluvia, existía una serie de aljibes desde los que se soltaba agua a las salinas para forzar el proceso de evaporación, infraestructuras que todavía pueden verse, como las ‘eras’ o los silos, alguno de origen romano.


En esos aljibes puede verse la artemisia salina, un pequeño crustáceo de apenas un centímetro, habitante habitual de las salinas permanentes. Es una de las 1.200 especies que se calcula componen la biodiversidad de esta zona, especialmente invertebrados y también joyas vegetales.


Enorme biodiversidad

Algunas tan singulares y únicas como el halopeplis, una planta adaptada al máximo estrés hídrico, cuya mancha marrón se extiende por el fondo de la laguna. «Que veamos halopeplis en la cubeta significa que está entrando agua en la laguna» explica Tirado, señalando el centro de la salada del Pueyo. En los momentos de mayor estrés hídrico, lo que veremos será solo un cadáver, la parte seca y abandonada de la planta, mientras que en el subsuelo se mantendrá la parte viva capaz de revivir y crecer en cuanto un poco de lluvia lo permita. Cuando cada 30 o 50 años se llene la laguna, el halopeplis aprovechará para generar semillas, que podrán permanecer de nuevo décadas hasta que una nueva cantidad de agua considerable haga posible que germinen. Mientras tanto, se concentrará en no perecer reduciendo al mínimo su volumen y sus necesidades. A eso se adaptará también toda la fauna invertebrada asociada a esta vegetación, que ha tenido cinco millones de años para evolucionar hasta esta forma de vida.


Por su propio proceso natural, el futuro de las lagunas, dentro de millones de años, es irse rellenando hasta desaparecer formando clotas, o lagunas colmatadas, que ahora se usan para cultivo y han resultado ser un hábitat para las avutardas.


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