Las entrañas de la Misericordia, un día de feria

Cruzar el portón de la Misericordia en una jornada de feria significa adentrarse en un sinfín de curiosidades, detalles y rituales que pasan desapercibidos para el aficionado común. Comienza el día. Tras el resplandor del luminoso patio de cuadrillas, se esconden los espacios que posibilitan el correcto desarrollo de la fiesta.

Empezando por los corrales, donde permanecen los toros que a las 12.00 son sorteados y apartados para la corrida; siguiendo por el rincón del camión de desembarco o las cuadras de los caballos de picar; y terminando por los sombríos pasillos del recinto, desde donde se aprecia cómo los operarios limpian los tendidos y ponen a punto el albero.

Ya por la tarde, en los instantes previos al festejo, el silencio de los matadores contrasta con el bullicio que reina a su alrededor. Mientras ellos se lían el capote de paseo, los más curiosos se acercan a verles de cerca. Autógrafos y fotografías con la sonrisa forzada por la tensión, antes de que -previo paso por la capilla- los protagonistas y sus cuadrillas formen el paseíllo.

Son las 18.00. El sonido de los clarines y timbales centra todas las miradas en el ruedo. El toro asoma por la puerta de chiqueros y, en no más de 20 minutos, será arrastrado por las mulillas al desolladero. Allí, el animal que acaba de morir es limpiado, cuarteado y analizado por el equipo veterinario. Trabajos que se realizan con celeridad, pues la siguiente faena va a comenzar.

Triunfo de puerta grande -presidida por Goya- o cornada de enfermería, habitación innombrable en estos días. Un paseo por los vomitorios bastará para volver a la luz y la alegría: el aula cultural acoge las charlas y exposiciones taurinas que, con motivo del ciclo pilarista, tienen lugar en Zaragoza. Esta semana, la pintora local Geni Forcada expone ‘Colección Toreros’, una muestra de 15 lienzos que tienen como temática la vestimenta de los toreros.