Cayetano Rivera sufre una grave cornada y Ponce roza la gloria

Resultó herido en el muslo izquierdo pero terminó la faena, después ingresó en la enfermería donde fue operado de una cornada con tres trayectorias.

Cayetano, cogido en su segundo toro
Cayetano, cogido en su segundo toro

La cara y la cruz. La sangre y el triunfo. La fiesta en sí misma. El reguero de sangre que manchaba la taleguilla de Cayetano volvió a demostrar que el toreo, tantas veces cuestionado, es para todos aquellos que nacen libres. Para todos aquellos que, por uno u otro motivo, deciden traspasar la línea para jugar con la muerte. El lanzar la moneda y que el destino decida. Ayer, caprichoso, hizo que Cayetano Rivera viese la cruz. En un descuido mientras toreaba sobre la mano izquierda al segundo de la tarde, fue prendido de manera certera. Tras unos instantes de angustia e incertidumbre, el matador tiró de apellido. Ese apellido Rivera que le dio su padre y que es sinónimo de raza. Sin apenas mirarse, volvió a coger los trastos para ponerse delante y pasaportar a su oponente de una estocada trasera.

La cara de la moneda le salió a un Enrique Ponce que, tras su histórica faena del año pasado, volvió a Zaragoza para que la gente siguiese soñando con la plasticidad de su toreo.

Lo cierto es que el de Chiva estuvo cumbre. Sorteó un marmolillo con el que abrió plaza que no se prestó para el triunfo. Lo intentó sin suerte por ambos pitones alargando en exceso la faena.

El lío vino más tarde. El cuarto de la tarde, manso y de embestida descompuesta, fue fatalmente lidiado por Mariano de la Viña y picado con saña por Leiro en terrenos del ocho. A Ponce le dio igual. Le bastó con un cambio de mano para poner bocabajo la Misericordia. Con la vertical relajada y el mentón en el pecho dibujó un cartel de toros. Poquito a poco lo fue haciendo hasta que terminó por meterlo en el canasto. Respetando los tiempos del animal, compuso una faena con el temple como norma. Qué suavidad, y qué gusto. Y qué pena. Otra vez volvió a perder los trofeos con la espada. Cayó mal y el presidente, que en esto sí acertó, le concedió solo un apéndice.

Con el que mató por Cayetano, mostró su gran dimensión. Una faena pulcra con un arrimón final que emborronó con la espada.

Ginés Marín, que sustituía al lesionado Colombo, no tuvo suerte. Anduvo mal a espadas con ambos y por el escaso juego de sus oponentes no pudo mostrar mucho más que disposición. Zaragoza le espera el sábado.

Una plaza desorientada

Lo que ha sucedido no puede volver a repetirse. El palco volvió a no estar a la altura. Debe repasar el reglamento. No se puede devolver un toro en el último tercio. La segunda oreja de Cayetano no debió ser concedida ni Ginés mereció estar un minuto de reloj esperando a que el señor usía tuviese a bien saludarle a la muerte del tercero. La banda estuvo horrible tocando una jota que nadie supo seguir y el piso sigue estando en muy mal estado.

Cayetano Rivera presenta una cornada de tres trayectorias. Una muy extensa que llega al pubis, otra de 10 centímetros que desgarra el aductor y otra de 20 que dislacera las fibras del cuádriceps.

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