La jota que agranda el corazón

Elena Casaña y Javier Badules se alzaron con los premios extraordinarios de canto, en un certamen en el que el jurado volvió a dejar desierta esta distinción en la categoría de baile.

Ayer pudieron verse muy diversos estilos: se bailó la jota de Calanda, pero también las de Andorra, Ansó, Guara...
Ayer pudieron verse muy diversos estilos: se bailó la jota de Calanda, pero también las de Andorra, Ansó, Guara...
Toni Galán

La jota aragonesa vivió ayer su día grande en las fiestas. La sala Mozart del Auditorio se llenó hasta la bandera por la mañana –con las actuaciones de las jóvenes promesas– y por la tarde –con artistas ya bregados– para disfrutar durante más de ocho horas de extraordinarias voces y de nos menos impecables bailes. Faltaron manos para aplaudir. Y no solo a los ganadores porque, al margen del palmarés, todo el que ayer pisó el escenario de la Mozart salió de él con una ovación de sincero agradecimiento.

Las deliberaciones del jurado finalmente reflejaron que los distinguidos fueran Elena Casaña y Javier Badules con los premios extraordinarios, que anoche –cerca de las 22.00– recogieron de las manos del concejal de Cultura, Fernando Rivarés. Por segundo año consecutivo se quedó desierto el extraordinario de baile –al que solo concurría la pareja formada por Pablo y María Pérez Alonso– y, también, lo que resultó más controvertido, se quedó sin entregar el premio ordinario a la mejor cantadora a pesar de que había media docena de aspirantes.

Este año se percibió el descenso de participantes en el ordinario de baile, que pasó de las 34 parejas de 2016 a las 27 de ayer, y también hubo una leve caída de inscripciones en canto (un 10% menos) con 18 aspirantes en la modalidad extraordinaria.

Sara Comín ejerció de maestra de ceremonias y estuvo diestra dando paso a unos y otros, mientras que la rondalla dirigida por Sergio Aso también hizo las delicias de un público gratamente sorprendido por "la gran autoexigencia de los participantes", decían. De hecho, ante el nivel mostrado, pocos querían verse en la piel de los ‘tacañones’ del jurado que tenían que valorar en tiempo récord aspectos tales como la actitud escénica, la indumentaria, la complicidad con la pareja si de baile se trataba o la afinación en el caso del canto. La coordinación, el dominio corporal, el estilo, el compás y la dificultad de interpretación también eran aspectos que los jueces mirarían bajo lupa.

Poco después de las siete, en la rápida pausa para el café antes de los extraordinarios, se hacían corrillos en los que se comentaba la emoción que provocaban algunas coplas referentes a la siega del trigo, las aguas del Ebro y, por supuesto, la Virgen del Pilar. "Ayer Miguel Ángel Berna cuando recibió su diploma dijo que la jota le ensanchaba el alma y yo siento que me agranda el corazón", decía una espectadora, "con la carne de gallina".

Aún en los pasillos, porque durante el certamen el silencio en la grada fue sepulcral, muchos de los presentes comentaban la poco feliz ocurrencia de que en un mismo día se celebren los certámenes infantiles y de adultos. "Así se pierden oportunidades de reivindicar y promocionar la jota", opinaban unos. "Si no se hace bien durante las fiestas del Pilar, ¿cuándo van a acertar?", decían otros. También había quien lamentaba que el certamen volviera a celebrarse en la Mozart, después de que en su día se anunciara que regresaría a las tablas del Teatro Principal.

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