Morante, Talavante y Ponce brillaron en la Feria del Pilar

Las faenas de estos tres toreros fueron el cénit artístico de un abono de grises resultados en la arena.

El cartel estelar de la Feria del Pilar trajo el primer llenazo y dejó infinidad de detalles.
El cartel estelar de la Feria del Pilar trajo el primer llenazo y dejó infinidad de detalles.
Aranzazu Navarro

Los diestros Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Enrique Ponce, tres de las escasas figuras anunciadas en los carteles de este año, se encargaron de dar brillo a la feria del Pilar de Zaragoza, que, como es costumbre, ha cerrado la temporada taurina española.


Las faenas de estos tres toreros fueron el cénit artístico de un abono de grises resultados en la arena -tanto en lo artístico como en lo ganadero- y con una dispar asistencia de público a los tendidos de la plaza de la Misericordia.


En un ciclo de seis corridas de toros, en las que los matadores de toros sólo cortaron ocho orejas, se registraron también percances de consideración, como los graves sufridos por Iván Fandiño y Javier Jiménez el 10 de octubre, la misma tarde en que además resultó herido el banderillero Rafael Limón.


A la lista de atendidos en la enfermería hay que añadir también a José Garrido, con un percance de menor importancia, a la rejoneadora Lea Vicens, contusionada en el cierre y, por supuesto, a Juan José Padilla, que volvió a protagonizar unas dramáticas escenas cinco años después aquella gravísima cornada que le desfiguró el rostro en este mismo ruedo.


Afortunadamente, aunque al instrumentar una larga a portagayola el pitón del toro de Núñez del Cuvillo le golpeó en la cuenca de su ojo izquierdo, aquel que otro toro le evisceró hace ya un lustro, el percance no tuvo mayores consecuencias y Padilla pudo salir a matar al segundo astado de su lote, del que obtuvo una oreja entre la pasión de unos tendidos entregados a su gesto.


Otros trofeos pasearon también el mexicano Joselito Adame, López Simón, David Mora, y Miguel Ángel Perera, aunque ninguna de estas faenas llegó a la altura de las de esas tres figuras que ocuparon el podio artístico.


Talavante obtuvo dos apéndices por sendas obras de temple y entrega a los toros de Cuvillo, a uno de los cuales Morante de la Puebla lanceó a la verónica y toreó de muleta con tanta cadencia como soberbia expresión. Por su parte, Enrique Ponce malogró con la espada una gran puesta en escena con un gran ejemplar de Juan Pedro Domecq premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.


Sin orejas, por sus fallos con la espada, se quedaron también Cayetano, Ginés Marín y, especialmente, el sevillano Javier Jiménez, que tuvo la más sólida actuación, con el toro que le hirió en la estocada, de todos los espadas de la nueva generación.


También causó muy buena impresión entre los novilleros el aragonés Jorge Isiegas, que se reveló con valor y firmeza en la primera del abono y paseó un trofeo, igual que el mexicano Leo Valadez en el segundo de los festejos menores.


Pero el triunfador del escalafón de novilleros fue el francés Adrien Salenc, al que, con cierta generosidad, se le concedieron las dos orejas de un novillo de Los Chospes y protagonizó así la única salida a hombros de la feria, ya que no pudieron hacerlo, por no cortar sus dos trofeos de un mismo toro, ni Alejandro Talavante ni el rejoneador Hermoso de Mendoza, magistral en la última corrida.


En el apartado ganadero la feria reflejó a la perfección, por la gran desigualdad de trapío y hechuras de casi todas las corridas, la dificultad que supone elegir toros para una plaza de primera categría en el último mes de la temporada taurina, cuando los cercados ya se han ido vaciando.

Pero, aun así, entre el mal juego generalizado por mal estilo o falta de casta, se lidiaron ejemplares muy propicios para el triunfo, como fueron varios de Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo, más alguno aislado de Victoriano del Río, La Palmosilla y Daniel Ruiz.


El público sólo llenó la plaza en las corridas de mayor atractivo -las del 11 y el 15 de octubre, donde se concentraban los nombres más sonoros- y en la de rejones que cerró el abono, mientras que el resto de carteles, de menos nivel, concitaron entradas más bien discretas, incluida la del día del Pilar.


En cambio, la plaza se llenó los nueve días de las fiestas a las ocho de la mañana, para la habitual suelta de vaquillas, y se puso el cartel de "no hay billetes" en alguno de los variados festejos populares que completan la programación taurina del Pilar en sesiones de mañana y tarde. Todo un síntoma de la gran afición de los zaragozanos a la tauromaquia y un seguro de vida para la empresa.

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