El dragón de Borja y el Tragachicos unen sus fuerzas para el almuerzo

El Aucán del Valle de Borja se sumó ayer al baturro zaragozano en la plaza del Pilar. Al ser jornada lectiva para los menores no se registraron excesivas filas.

El Aucán del Valle y el Tragachicos de Zaragoza fueron la gran atracción de público infantil, ayer en la plaza del Pilar.
El dragón de Borja y el Tragachicos unen sus fuerzas para el almuerzo
Raquel Labodía

Un encuentro inusitado tuvo lugar ayer en la plaza del Pilar, frente a la Delegación del Gobierno en Aragón. El Aucán del Valle de Borja y el Tragachicos de Zaragoza unieron sus fuerzas en un almuerzo inédito. Decenas de menores –desde bebés hasta niños de edades tempranas, principalmente– repartieron sus ganas de diversión entre el baturro zaragozano y el nuevo invitado a las fiestas del Pilar. Y fueron engullidos sin distinción, en una mañana de jornada lectiva en la que apenas hubo filas.


"Me han gustado los dos", sonreía Carla Montaner, de 4 años, al descender de la plataforma del dragón de Borja. "Veníamos a montarnos al Tragachicos, y ver al dragón ha sido una gran sorpresa", contaba su madre, Raquel Barrera, que afirmaba que "a veces no da tiempo a llegar a todas las actividades que hay para los niños repartidas por toda la ciudad".


Después de recorrer los barrios del Arrabal y La Almozara, los toboganes más esperados de las fiestas recalaron en el corazón de la ciudad por segundo día consecutivo. Con la mayoría de los niños en el colegio, los que se acercaron a la plaza del Pilar tuvieron premio. "El otro día hicimos una fila de hora y media. Hoy ha sido llegar y montarse", decía la madre de Héctor y Alejandro Vicente, de 9 y 5 años, que reconocía que habían hecho "pirola" para alargar la fiesta.


Apenas diez niños hacían fila para ser engullidos por el baturro gigante al filo de las 11.30, y ya pasado el mediodía la cola había aumentado algo, sin llegar a las esperas interminables que suelen ser habituales. La mayoría de quienes se acercaron ayer eran familias con niños de edades tempranas o llegados de fuera. "Son nuestros días de vacaciones. Venimos de Francia y con el pequeño la cita con el Tragachicos es obligada", comentaba la madre de Gabriel, de 5 años, que lleva tres fiestas sin faltar a su cita con el gigantón de cartón piedra y fibra de vidrio.


Para Eneko Rojas Miramón, de 4 años, las de ayer eran sus primeras bajadas por el emblemático tobogán. "Somos de fuera y como yo tenía fiesta, hemos aprovechado para venir y traer al pequeño hoy que sabíamos que habría menos jaleo", decía su padre, Kike Rojas, a la salida del dragón.

Tradición recuperada

La historia de estos dos gigantes amigos de los niños se escribe con el mismo guion. Habla de tradición, fiestas populares e ilusiones. El dragón y el baturro no solo son vecinos, sino también coetáneos. El Aucán del Valle fue recuperado en Borja en 2012, igual que el Tragachicos de Zaragoza. Como ocurre con el popular baturro de la capital, las primeras referencias de la bestia de Borja se remontan al siglo XIX.


"El dragón que tenemos ahora se basa en el primitivo tragachicos de Borja, que se sabe que existió durante el siglo XIX por la primera fotografía de la que se tiene constancia", explicó Raúl Rivarés, miembro de la Asociación de Amigos del Tragachicos de Borja, que se constituyó con el objetivo de recuperar esta tradición, y lo consiguió gracias a una subvención de la Diputación Provincial de Zaragoza al consistorio de la localidad. Según la leyenda, un vecino de Borja estaba cultivando en la zona conocida como el Valle, cuando creyó ver un dragón. Sin saber que se trataba de un tragachicos corrió a la localidad a alertar a la población. Allí descubrió la verdad y desde entonces se conoce al tragachicos como El Aucán del Valle. "Según descubrimos en la investigación para recuperar al tragachicos de Borja, todos estos monstruos tienen el mismo origen: formaban parte de la comparsa que acompañaba a la procesión del Corpus Christi", recordaba Rivarés.


Y todavía tienen algo más en común: también estos dos monstruos entrañables han revivido en la historia reciente. En Zaragoza se recuperó por primera vez en 1986. En Borja, los niños han podido gatear y balancearse por su tragachicos particular en los 70 –con forma de rana– y en los 80 y 90 con la forma primitiva de dragón. Ayer se dieron la mano por primera vez para seguir escribiendo esta historia de gigantes llena de ilusión.

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