La bicicleta contra lo imposible
Hoy comienza la París-Brest-París, la carrera de resistencia más dura del mundo. Doce aragoneses correrán entre los 5.500 inscritos en la prueba.
Julián Montañés, ciclista aficionado de 58 años, es uno de ellos. Este zaragozano es vicepresidente del Club Ciclista Aragonés, y con esta ya son tres las París-Brest-París en las que participa, después de que lo hiciera en 2003 y 2011. En 2015, lo hace junto a José María Soria (único miembro del equipo de 2011 que repite), Andrés Capacete, Ángel García y Aurelio Moya.
Para los corredores, la carrera supone un reto personal, donde lo que está en juego es creer en las posibilidades de uno mismo y del equipo, lejos de obsesionarse con llegar en el menor tiempo posible, algo que a Montañés le irrita ver en muchos deportistas inscritos: "Hay quien viene a batir el récord de la competición, aun sabiendo que no es una prueba oficial. Nosotros (en referencia a su equipo) practicamos el ciclismo aventura para demostrar que somos capaces de vencer al cuerpo y a la mente". Nada más lejos de la verdad: en 2007, su club fue el único conjunto español en acabar la carrera de vuelta en París.
Además de por el CC Aragonés, la Comunidad estará representada por el Club Ciclista Los Conejos, de la capital zaragozana, y por la Peña Cicloturista Oscense, la Peña Ciclista Edelweiss y el Club Ciclista Barbastro, estos tres de Huesca y su provincia. Aunque los doce miembros de la expedición aragonesa son pocos dentro de los dos centenares y medio de corredores españoles presentes en la cita, su camino hasta la línea de salida no ha sido fácil. Hace justo un año, el club de Julián Montañés único homologado para otorgar los permisos de acceso a la prueba francesa organizó un circuito clasificatorio de 1.000 kilómetros por Aragón. "Con ello pretendíamos que la gente se enganchase más al cicloturismo", afirmaba Montañés hace dos días, mientras hacía los preparativos del viaje.
De hecho, poco o nada tienen en común ambas rondas salvo, tal vez, las imágenes de gente enfervorizada a las puertas de sus casas esperando a los ciclistas para darles su apoyo. En esta carrera, esta fotografía se puede tomar de noche, con pueblos silenciosos a la espera de los corredores y personas con viandas y agua para que repongan fuerzas. "Son momentos especiales, únicos, que no puedes vivir más que aquí", explica Montañés.
El objetivo con el que los aragoneses parten es concluir la prueba antes de 90 horas. Si lo conseguirán o no depende solamente de la fuerza con que sus piernas (y sus mentes) empujen las bicicletas hasta el Finisterre galo y de nuevo a la ciudad de la luz. No obstante, Julián Montañés y los miles de ciclistas que desde hoy pedalean por el norte del país vecino ya han demostrado que se puede vencer lo imposible.