Alera, 50 años de vida en Sábada

El barrio sadabense acaba de celebrar sus bodas de oro con un amplio programa de actos con el que se rinde homenaje a los primeros vecinos que llegaron al lugar en 1965.

Un roble plantado en un jardín junto al Casino simboliza el presente y la esperanza en el futuro de Alera, el barrio de Sádaba que acaba de cumplir 50 años de vida. El 29 de junio de 1965 llegaron los primeros vecinos a esta población, creada por el Instituto Nacional de Colonización y situada a ocho kilómetros de Sádaba. Más tarde se incorporaron el resto de familias, hasta completar un total de 60, que procedían de poblaciones del entorno próximo, como Castiliscar, Layana, Uncastillo y Sádaba.


Hoy son 160 los vecinos, que recientemente se reunieron junto a familiares y amigos en la celebración del cincuentenario del barrio. "Ya no están todos los que llegaron, pues apenas quedan 15 de aquellos pioneros, así que durante estos días se ha recordado mucho a los que faltan, dándose momentos muy emotivos", comenta Laura Pueyo, concejala de Alera en el Ayuntamiento de Sádaba. Junto a la Asociación 50 Aniversario de Alera, el Consistorio prepararó una amplia agenda cultural y de ocio para la celebración.

Una mirada al pasado

Como parte del programa, también se colocó un monolito a la entrada del casco urbano que recuerda a los primeros vecinos. Tiene la forma del pueblo, con la torre de la iglesia y unos versos que reflejan el sentimiento que ha suscitado la celebración: "El pecho lleno de gozo/acongojada la garganta/en el alma los recuerdos/en Alera... la esperanza".


"Recuerdos muy buenos y también muy malos, porque los primeros colonos se encontraron un pueblo sin agua y sin luz", apunta Carmen Díaz Gállego. La mujer llegó pocos meses después de los primeros vecinos cuando solo contaba con 20 años, aunque "ya tenía dos hijos". "Luego, cada año fui teniendo un niño más hasta llegar a diez", explicó.


En sus primeros años, el barrio llegó a contar con unos 400 vecinos. "Aunque no fueron épocas fáciles. Nos tocaron tierras salitrosas y no cogíamos cosecha. Tenías la ayuda de Colonización, que te dejaba de todo, pero había que pagarlo después. Empezabas a pagar y ya no te quedaba cosecha para pasar el año", recuerda Carmen.


La necesidad de encontrar trabajo hizo que muchos jóvenes tuviesen que dejar el pueblo. La mayoría de ellos volvieron a reunirse en la celebración. "Acudieron hijos, nietos, sobrinos, maestros que han pasado por la escuela y hasta el médico; llegamos a estar 500 personas. Fue muy emocionante ver a tanta gente y recordar a los que faltan", señala Carmen.


Hoy la escuela sigue abierta con la cuarta generación de los alerenses, siete niños que mantienen viva la esperanza. Además, un salón recreativo, una zona deportiva, piscinas y espacios verdes completan el equipamiento. "Estamos muy bien en Alera, salimos y nos relacionamos. Hay muy buena convivencia, tenemos actividades y nos hemos arreglado nuestras casas", concluye Carmen.

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