"Yo no maté a Stancu, lo encontré tirado en el suelo y pensé que iba borracho"

El rumano acusado de asesinar a golpes a un compatriota niega ser el autor del crimen, pero dos testigos le desmienten.

Mathei Haidu, alias Miki, está siendo juzgado desde ayer por un tribunal popular como autor del homicidio de Stancu B., un compatriota rumano con el que apenas llevaba nueve días conviviendo en una casa que habían ocupado ilegalmente en el barrio de Casablanca. Con la víctima compartía también la afición por el alcohol, la indigencia, el desarraigo, la violencia como forma de relacionarse y la delincuencia como modo de subsistir. De hecho, Haidu. había llegado desde Francia a Zaragoza para cometer robos de cobre porque, según la declaración de Ioan U., otro inmigrante que residía entonces en la misma vivienda y hoy sigue viviendo de la mendicidad y los pequeños hurtos, pensaba que las leyes en España "son más blandas".


En este contexto, el 19 de mayo de 2014 el acusado, de 44 años, cuenta que estuvo con Stancu B. por la mañana bebiendo y que sobre las 12.00 volvieron a la casa, pero él no llegó a entrar con la víctima ya que tenía que hacerse una copia de su llave y comprar tabaco. Fue al regresar cuando, asegura, encontró rastros de sangre en la cocina y, al mirar en la habitación de su compatriota, lo halló tirado bocabajo en el suelo, con la cabeza ladeada y gotas de sangre en la nariz. "Pensé que iba borracho, pero al ver sangre le llamé por su nombre. Intentó decir algo y no podía porque estaba muy mal. Creí que si le movía y le decía soy yo, Mathei, a lo mejor me contaba lo que había pasado", declaró a través de un intérprete, pues afirma que no habla español.


Ese desconocimiento del idioma fue el que hizo que en vez de a la Policía decidiese llamar a Florin T., otro compatriota al que había conocido un día y se habían intercambiado los teléfonos.


"Le dije que había pasado algo raro, que Stancu se había caído o alguien le había pegado y que avisase a una ambulancia y a la Policía", afirmó Mathei Haidu. Sin embargo, Florin T. desmintió su versión y manifestó que lo que realmente le dijo por teléfono es que había matado a "alguien". "Pensé que era una broma y le pregunté que a quién, si a Stancu o a Ioan. Creí que era una riña de borrachera porque en mi país se dice eso cuando te has peleado", declaró. Por ese motivo, a la primera llamada que recibió de Haidu. no le hizo caso. Fue en una segunda, cuando el acusado le volvió a telefonear para decirle que llamara a la Policía cuando le tomó algo más en serio. Aun así, antes se puso en contacto con Ioan U.

"Salí corriendo aterrado"

Este inmigrante, que ayer no acudió al juicio para testificar pero al que Florin T, vio "borracho" al punto de la mañana, le contó que en ese momento iba de camino a la comisaría porque había salido "corriendo aterrado" de la casa ocupada tras ver al acusado con un cuchillo en una mano y una botella rota en la otra y la cocina llena de sangre. "Mathei me dijo: “He matado a Stancu y ahora te voy a matar a ti. ¡Voy a comer vuestros cuerpos. Hoy voy a comer sangre!".


Tras esta declaración de intenciones y visto que el acusado pesa más de 100 kilos y tiene una musculatura propia de un luchador, Ioan U. salió corriendo de la vivienda y se fue directo a la Policía. La pena fue que producto de los nervios y su falta de dominio del idioma, no se supo entender con el funcionario de la puerta, que le dijo que llamase al 112.


Por eso y aunque se hicieron varios intentos de contactar con el 091, hasta las 16.17 no lo consiguieron. Así lo relató ayer el jefe del Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Aragón, quien recordó que hubo llamadas que se hicieron con teléfonos sin saldo.


El inspector manifestó que, pese a lo que dice el acusado, todas las pruebas apuntan a que él fue quien mató a Stancu B. y de una manera brutal, a tenor de las lesiones que presentaba. Como hoy confirmarán los forenses, la víctima, de 62 años y complexión delgada, tenía cortes y punciones por todo el cuerpo, pero principalmente en el cuello, cráneo, barbilla, abdomen y antebrazo derecho y una cruz latina dibujada con un cuchillo en el pecho. No obstante, la causa del fallecimiento fue las numerosas patadas y puñetazos que recibió. El fiscal pide para el acusado 14 años de cárcel y la acusación particular, ejercida por Sara Marco Trapote en nombre del hijo de la víctima, 15. La abogada defensora, Olga Antón Molina, propone su absolución.