Un diálogo plástico y literario

Juan Alonso e Inés Ramón se unen al pintor M. Á. Domínguez en 'Esquirlas'.

Hay en ‘Esquirlas’ tres artes que dialogan, silencios que son escuchas o espacios donde acontece el intercambio de papeles locutivos. El susurro de la prosa es recogido por la poesía para terminar "como lluvia de pigmentos" dice en el prólogo Miguel Serrano Larraz. Nos perdemos en las páginas de ‘Esquirlas’ columbrando la coherencia semántica de este diálogo para tomar conciencia de que las tres disciplinas se erigen como deconstrucción argumental de la anterior. Quizás un fino hilo conductor apenas percibido, subliminal incluso, indica que hay pulsiones comunes que arrojan luz a lo real y cotidiano, a lo ancestral y terriblemente humano.


Los relatos de Juan Alonso juegan al equívoco y siguiendo el canon se valen de la elipsis por lo que el título cobra un papel relevante en la conformación de la sugerencia de un microcosmos donde revisita viejos mitos, algunos bíblicos, como la lucha cainita que presenciamos en el relato Aprendizaje. Recupera personajes cliché de las teleseries, aquellas en las que un asesino juega a ser cirujano o taxidermista y contempla su obra de carnicería con la complacencia de un voyeur orgulloso de su trabajo y nos dota del mismo privilegio a nosotros: ser los ojos que todo lo alcanzan y descubren el crimen. A veces Alonso abandona la atmósfera terrorífica mostrada como cotidiana para verter una emotiva crítica social ante el naufragio de una patera o ante una familia rebuscando algo de cena en un contenedor, hechos inspirados en la cruda realidad y por ello contundentes, vívidos.


A los cuentos responde Inés Ramón y el principio femenino, creacional, ilumina las páginas. Inés deconstruye con los elementos esenciales a los que nos tiene acostumbrados, materiales primigenios –la piedra–, o elementales –la lluvia, el fuego–. Su poesía es una recolección de imágenes plásticas, sensuales, prueba de ello lo encontramos en el poema Respira que responde a la mujer pájaro creada por Juan Alonso.


Podemos masticar la humedad de la jaula que describe Inés, destejemos con ella el frío y sentimos el vértigo del ave "sosteniendo el oleaje de la vida". Sus versos exquisitos pueden alzarse como señuelo del sentido último de la obra: ahondar en "la niebla indescifrable enhebrada a los párpados del tiempo". Las ilustraciones del artista Miguel Ángel Domínguez horadan los versos indagando en una labor chamánica para producir hechos mágicos sobre las cosas del mundo, descubriendo sus raíces.


La cruz, eje de coordenadas, lo domina todo trascendiendo el sentido religioso pero no el telúrico o místico, jamás abandona el duelo. Y así en este fino hilo conductor de tres artes, los artistas se suceden en una suerte de danza ritual que invita al ascenso al cielo o al descenso a los infiernos. Es el lector el encargado de transportar nuevos sedimentos.