Nuevas guerras, vieja manipulación

Rosana Fuentes, profesora de la universidad San Jorge, analiza el tratamiento que los medios de comunicación dan hoy a los conflictos bélicos en ‘Estrategias informativas en las primeras guerras del siglo XXI’.

La redacción de un periódico puede ser uno de los lugares más trepidantes del mundo. La intensidad con la que se viven y elaboran las informaciones más relevantes o exclusivas solo es comparable al frenesí de un gabinete de crisis de un Gobierno ante una catástrofe. Hace catorce años, los atentados de las Torres Gemelas de Nueva York movilizaron a todo HERALDO como si la sede del periódico estuviera en Manhattan y el polvo de los rascacielos derrumbados nos impidiera respirar. Algo semejante ocurrió el pasado 24 de mayo, cuando las elecciones municipales y autonómicas dieron un vuelco al mapa del poder en España: la redacción bullía entre análisis y estadillos. Esta pasión llevó a García Márquez a definir el periodismo como "el mejor oficio del mundo".


Los periodistas deben ser los primeros testigos de la Historia; su misión es informar sobre los acontecimientos a medida que ocurren de manera que nadie pueda decir "no lo sabíamos, nadie nos dijo nada". Así lo expresa Robert Fisk, uno de los grandes expertos en Oriente Próximo. Aunque confiesa que la mejor definición de periodismo se la dio una colega israelí: "Nuestro trabajo es controlar los centros de poder". Y, efectivamente, el periodismo debe desafiar a la autoridad, sobre todo, cuando los políticos llevan a sus pueblos a la guerra porque han decidido que ellos matarán y otros morirán. Pero eso resulta cada vez más difícil en unas sociedades en las que los centros de poder dedican cada vez más medios a controlar a los medios de comunicación. Y aún más en las guerras, que desde hace más de un siglo se desarrollan tanto en el campo de batalla como en la prensa.


Rosana Fuentes, profesora de la universidad San Jorge, analiza el tratamiento que los medios de comunicación dan hoy a los conflictos bélicos en ‘Estrategias informativas en las primeras guerras del siglo XXI’ (Universidad de León, 2015. 200 páginas). En una actualización necesaria de los estudios clásicos sobre la propaganda en tiempos de guerra (desde Lasswell en 1927 a Pizarroso en 2005), aborda los conflictos del siglo XXI (Afganistán, Iraq, Sierra Leona, Israel…) con el rigor propio de una tesis doctoral, de donde deriva el libro. Además cuenta con el gran valor de haber recurrido a fuentes primarias. En sus páginas hablan algunos de los corresponsales más prestigiosos: Gervasio Sánchez (Heraldo), Ángeles Espinosa (El País), Alfonso Rojo (El Mundo), Alfonso Armada (ABC, El País), Mónica García Prieto (El Mundo), Juan Cierzo (ABC), Alfonso Bauluz (Efe) o Ramón Lobo (El País). Estos análisis son lo que da más valor al texto. Los resultados de su investigación abundan en lacras ya conocidas, como la propaganda, la censura y la autocensura, la manipulación, la imposición de los intereses de las potencias, la dependencia de las agencias de noticias (muchas de ellas oficiales), la devaluación del trabajo del corresponsal o del enviado especial, la falta de una adecuada contextualización…


La profesora Rosana Fuentes analiza los conflictos del siglo XXI y da voz a los enviados especiales para actualizar la tesis de Alejandro Pizarroso: nuevas guerras, vieja propaganda. No obstante, ante tantas dificultades siempre surge la pregunta que impulsa a los periodistas verdaderos: ¿Qué responderá en este momento a la terrible obstinación del crimen sino la obstinación del testimonio?