La vida y la muerte en Martus

Toda transformación es creativa para este alemáncuyas pinturas y esculturas se exponen en la Galería Cristina Marín (C/ Manuela Sancho, 11) Hasta el 9 de Julio.

La vida y la muerte en Martus
La vida y la muerte en Martus

Cuando se le ha pedido a Andre Martus (Alemania, 1961) que cuente de qué trata su trabajo, dice que trata "de experiencias, de heridas, de sangre derramada que se coagula, de todo lo que le hace crecer a una persona". De lo que acontece fuera de control, del accidente, de lo aparentemente dañino es de lo que dice aprender. Eros y Tánatos van juntos. Toda transformación es creativa para este alemán que trabaja en Barcelona desde 1989. Loge, el personaje wagneriano, personificación del fuego, podría ser su genio tutelar. Una de las herramientas de Andre Martus es la pólvora, con la que traza dibujos que se materializan, al quemarse, en rastros inconfundibles. En alguna ocasión ha hablado de los efectos de un incendio, y de una chapa deformada por el calor, de una "piel" aparentemente inútil a la que el fuego había liberado, haciendo despertar el deseo oculto. "Vi ante mis ojos y sentí entre mis dedos –nos dice– cómo de esta materia prima emergían formas y volúmenes que esa piel quería describir al margen de mi voluntad". Estas declaraciones pueden recordar a las que pudieron hacer, en su momento, algunos de los artistas del Informalismo, creadores como Wols o Pablo Serrano, atentos a las enseñanzas de los "acontecimientos" orgánicos o naturales, a fenómenos como la putrefacción o la combustión. No tanto obsesionados por la materia, como por la actividad interna de la misma, que habla de ciclos de destrucción y creación.


Andre Martus tiene un punto de alquimista y los procesos se trasladan a una especie de laboratorio (el taller) donde lo incontrolable (los procesos naturales) es objeto de vigilancia. Sus herramientas son, allí, la interrupción y la congelación del acontecimiento. En las piezas de pared (en la serie ‘Blutungen’, por ejemplo), el cristal se utiliza para encapsular una acción. Sólo en apariencia es un dibujo enmarcado, porque este marco y este cristal son parte sustancial del trabajo, donde tan relevante es lo que se muestra –imagen detenida de una acción, con sus fluidos y manchas– como el propio hecho de capturarlo, formalizado en la estructura de la caja. El humo que enturbia el cristal es el testimonio de esta "detención" forzada de los procesos, que no resulta inmediata. Reservas hechas sobre el cristal, y retiradas después, abren las ventanas que permiten asomarse al espectador.


La mayor parte de las piezas expuestas en Cristina Marín corresponden a estas cajas planas, expuestas sobre la pared. Algunas de gran tamaño; otras, menores, pero igualmente interesantes, son como relicarios de un acción en miniatura. El resultado es un híbrido entre la pintura y la escultura, un territorio mixto que es el propio de Andre Martus. Se muestran también piezas más propiamente escultóricas, pero también en ellas sucede que la atención a las superficies es fundamental. Las tituladas ‘Verwerfungen’ vienen a ser superficies estrujadas o condensadas, en un movimiento de retracción que podría imaginarse reversible. Las referencias al orden geológico, siempre en movimiento, siempre sujeto a las catástrofes, pero bajo un ritmo ajeno a la celeridad humana, aparecerán en ellas.