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En las Ferias del libro los autores viven momentos divertidos, José Luis Melero nos cuenta sus últimas anécdotas.

He estado estos días firmando libros en las Ferias de Madrid y Zaragoza. Cualquier escritor que haya pasado por este trance puede contar anécdotas desopilantes: desde la humillación de estar junto a quien firma sin parar mientras uno no estrena la pluma, hasta sufrir que te confundan con otro o te cambien el nombre o los apellidos. A mí en estas últimas firmas me han pasado dos cosas divertidas que no me resisto a contarles. La primera me ocurrió el sábado en Madrid. Estoy en la caseta y viene una persona directamente hacia mí, sonriéndome. Me dice "Usted es Melero, ¿verdad?" Yo, todo ufano, asiento feliz pensando que ya voy a firmar otro libro, y él me dice amablemente: "Tenía muchas ganas de conocerle. Por cierto, que me voy a llevar el último libro de Luis Alegre". Así, como suena. No había ninguna mala intención en sus palabras. El hombre deseaba conocerme y se quería comprar el libro de Luis Alegre. El domingo en Zaragoza una pareja está hojeando mi último libro en la caseta de Xordica. El señor me mira y me dice: "¿Qué haremos esta tarde en Leganés?" Comprendo que es de los que me conocen por la cosa del fútbol, y a renglón seguido me suelta: "Estuvimos juntos en el cine, viendo una película coreana subtitulada, el día que el Zaragoza se jugaba el descenso en el campo del Getafe. Yo también me escondí en el cine como usted. Le vi entrar con su mujer. Cuando terminaba la película y observé que empezaba a dar saltos en el asiento y que se marchaban corriendo y abrazados sin ver el final supe que habíamos logrado la permanencia". Todo lo que me decía era la pura verdad, y caí en la cuenta de que tengo que moderarme hasta en el cine para no dar esta pésima imagen. La pareja se marchó sin comprar mi libro, naturalmente. Cómo tomarme en serio.