'Infoxicados'

La dependencia del móvil afecta al 50% de usuarios, supone distracción laboral, deterioro social y cambios cerebrales. Somos la generación con menos capacidad de atención de la historia.

'Infoxicados'
'Infoxicados'

"Vivimos en una sociedad adicta, con millones de ciudadanos dependientes que no pueden pasar ni un solo día sin recibir sus dosis de dopamina que les producen las redes sociales. Y se trata de una adicción tan común que no la tenemos en cuenta, si extrapoláramos esa falta de control a otra actividad, como los juegos de azar, veríamos todo el abuso". Así define el psiquiatra aragonés Javier García Campayo la sociedad actual, convertida en unos años en una generación ‘multitarea’ y que ostenta el dudoso honor de ser "la generación con menor capacidad de atención de toda la historia. Solo un 2%de la población puede ser totalmente eficaz si ha de trabajar, estar atenta al Whatsapp, al Facebook... El 98% es menos eficaz, ha perdido capacidad de concentración y presenta un comportamiento cada vez más parecido al trastorno de hiperactividad y déficit de atención".


España ya es uno de los países con mayor dependencia al ‘smartphone’: se consulta una media de 34 veces al día y, según el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad, el 53% de los españoles con ‘smartphone’ padece nomofobia, un miedo irracional a no tener su móvil disponible. Pero las primeras señales de alarma han venido desde la esfera laboral, con informes encargados a consultoras. Por ejemplo, Whatsapp ya es lo que más distrae en el trabajo, por encima de las conversaciones con el compañero de mesa o la visita a la máquina de café. Según un estudio publicado en noviembre por una consultora, el 32%de los trabajadores interrumpe su tarea cuatro veces a la hora para mirar el ‘smartphone’, y según una encuesta de una potente empresa de móviles, el 42% de los usuarios no pasa ni media hora sin consultar su teléfono. Adecco ya ha cifrado en 10 horas al mes las que se pierden mirando Facebook o consultando los programas de mensajería, lo que supone 13 días laborales al año. "Pero el problema va mucho más allá, –asegura García Campayo–, porque esa distracción continua afecta a las relaciones interpersonales y de pareja".


Una falsa realidad


Según el psiquiatra, "las redes sociales son una adicción que no está causada por una sustancia, sino que se trata de una adicción conductual". Una conducta que hace segregar la dopamina, un neurotransmisor que se dispara cuando recibimos una notificación de Instagram, una solicitud de amistad de Facebook..., "y que nos lleva a querer más y más impulsos que nos hagan segregar más dopamina. Es el mismo neurotransmisor responsable de la adicción a los juegos de azar, y que nos deja sin alternativa: o conseguimos más dopamina o nos aburrimos fácilmente". Y cuando la persona no recibe un mensaje en un tiempo determinado siente la ansiedad del adicto: si no recibimos un ‘me gusta’ en Instagram, subimos una foto nueva; si no nos hacen caso en Facebook es porque tenemos pocos amigos agregados. Y eso desvirtúa la realidad: si recibes muchos ‘me gusta’ en Instagram eres una persona de éxito; si no, es que no interesas a nadie.


En opinión del psicólogo Carlos Hué, doctor en Educación, "por esa dependencia, el ser humano está en una lucha continua entre lo urgente y lo importante. Da igual lo que estemos haciendo, esa llamada telefónica es más urgente, ese correo electrónico hay que leerlo ya. ¿Es importante? Quizá no, pero lo interpretamos como urgente. Las redes crean un mundo virtual en el que nos sentimos más seguros, porque el ser humano es inseguro por naturaleza, padece un miedo intrínseco a lo desconocido e imprevisto. Y, como la información es control, estamos continuamente informados. No podemos ver una notificación sin saber a qué se refiere. Pero, en lugar de estar informados y tranquilos, lo que conseguimos es una continua pérdida de identidad personal". Lo preocupante para Hué es "la búsqueda constante de amigos virtuales para agregar al perfil, amigos que satisfacen esa necesidad rápida de comunicación pero que son en realidad entes irreales".


García Campayo destaca la baja calidad de las relaciones virtuales, y cita al antropólogo Rober Dunbar, "que afirma que no podemos tener relación con más de 100 o 120 personas, porque nuestro cerebro no está preparado para ello. Psicológicamente no podemos atender a más gente, el resto serán conocidos virtuales. Esto se debe a cómo establecíamos nuestros vínculos hace miles de años, cuando formábamos una sociedad nómada de cazadores. Un número superior nos impide conocer, profundizar o interesarnos". Carlos Hué cree que son dos las consecuencias de la sociedad multitarea que sufre la improductividad y que es "esclava de las notificaciones". La primera sería la soledad, "porque en un mundo que nos obliga a estar eternamente conectados la atención se desvía a un mundo virtual donde todo es más fácil: el amigo no molesta, nos sentimos populares, apreciados... Y la realidad nos resulta aburrida, nos sentimos solos en ella y buscamos más relaciones virtuales que nos conducen a más soledad". La segunda consecuencia sería "la vida en un continuo presente envuelto en niebla, un presente a matacaballo de correos, notificaciones., respuestas a desconocidos en Facebook..".


Mientras la sociedad se sumerge en la continua mulitarea, las empresas ya han tomado medidas. "Las redes sociales pueden favorecer la intercomunicación en la empresa, pero también ser un problema –concede Sira Talamantes, directora del Área Laboral de Zaragoza de la consultora Gesdocument–. Y recibimos cada vez más consultas para establecer pautas que limiten las distracciones en el trabajo. Se analizan las funciones del empleado, se crea una política de uso de las redes, y si se detectan abuso pueden ser objeto de despido. Ya se han producido algunos". Y para Gabriel del Molino, responsable de la asesoría CAMYNA, "la palabra clave no es prohibir, sino formar. La empresa no puede estar de espaldas al devenir diario de las redes sociales. La generación que se está incorporando al mercado laboral ya ha usado las redes sociales, Internet, y todo lo asociado a ellas. No entiende la comunicación sin una conexión permanente a la red. El problema lo tiene la empresa que hasta ahora ha vivido de espaldas a las redes".


Para poner freno a la dispersión constante, se organizan terapias de ‘mindfulness’, en las que aprenden a concentrase y obviar notificaciones o correos. "Se ha hecho necesario reeducar a las personas para que recuperen su capacidad de concentración plena, y se realizan cada vez más cursos de gestión del tiempo y de ‘mindfulness’, que es un tipo de meditación que ayuda a mejorar la salud y la vida laboral", describe García Campayo, que imparte en la Universidad de Zaragoza un máster dedicado a esta terapia, que se aplica en adicciones, trastornos de conducta... "Ha tardado en llegar esta medida a España, pero en Aragón ya trabajamos con diversas empresas interesadas en mejorar la productividad".


La ‘concentración plena’


El ‘mindfulness’ suena a yoga y terapia alternativa, pero es un tratamiento habitual en la psiquiatría y se utiliza ya en trastornos como la anorexia, en cuidados paliativos para pacientes que sufren gran estrés mental..., y su ejecución trae consigo cambios en la estructura cerebral, reduciendo la dependencia a la dopamina y favoreciendo la segregación de otras sustancias que inhiben los continuos estímulos que nos rodean. De no contar con esa sustancia, el cerebro no podría funcionar, tal es la cantidad de ruidos y movimientos que recibe. "La concentración plena que se logra permite vivir el presente. Disfrutar del momento sin sumergirnos en otros escenarios irreales. La dependencia a estímulos externos es una de las causas de la falta de felicidad que se percibe hoy en día. Eso, y las expectativas altísimas que tenemos, y que no se corresponden con nuestra realidad. Con el ‘mindfulness’ comprendemos que no todo tiene que ser perfecto", señala García Campayo. Y Carlos Hué confía en que el malestar actual no lleve a buscar salidas que aumenten la ansiedad, "sino a abrir los ojos al mundo real, donde están las personas que nos harán sentir bien".