“Dando voz a Machado siento que hago algo útil para la gente”

El actor José Sacristán es el padrino de honor del 25 cumpleaños de la sala Teatro Arbolé de Zaragoza, donde hoy (20.30) presenta un espectáculo sobre el poeta.

Sacristán, en una escena de 'Caminando con Antonio Machado'.
Sacristán, en una escena de 'Caminando con Antonio Machado'.
Heraldo

La última vez que le vimos por Zaragoza, en enero de 2013, como Don Quijote, decía que se sentía más cercano a Sancho Panza, ¿tiene algo de Machado?


Ya me gustaría. Es un ejemplo al que uno trata de acercarse por aspiración e, incluso, por salud. Creo tener esa cosa que dice la gente de pueblo, que don Antonio es un hombre próximo, cercano, como el maestro de escuela. Creo coincidir con él, salvando las distancias, por supuesto, en su manera de mirar el mundo y a la gente. Al menos, yo, en eso, procuro seguir sus pasos de una manera parecida.


¿Cómo suena hoy la voz de Antonio Machado?


Llega que te cagas, bien dicho sea. La dimensión poética de Machado es enorme, pero creo que hoy por hoy repercute y da en sitios más profundos su posición personal. Sigue siendo un referente ético y moral, la mirada de este hombre, testigo de su tiempo. Esa crónica es trasladable a la España de hoy.


Para este viaje solo necesita un gabán, unas gafas y una maleta, además de la música al violonchelo de Aurora Martínez...


Yo soy el pregonero, el embajador, el corresponsal de Machado. No es una representación al uso, sino que yo me hago cargo de Machado y se lo hago constar a la gente. La música es fundamental porque subraya cada uno de los pasajes de este recital o concierto, como queramos llamarlo...


¿Por qué recordar ahora al poeta?


No fue una idea mía, me lo propuso una empresa. Al principio fue con Judith Jáuregui al piano y luego se ha ido transformando porque llevamos casi dos años, de ellos uno de gira por Argentina. Estoy realmente satisfecho no solo como actor, porque lo que vengo recogiendo con este espectáculo es algo que va más allá de la satisfacción. La voz de Machado sigue sonando en sitios muy importantes y yo considero que hay un valor añadido: la sensación de estar haciendo algo que es de cierto utilidad para la gente, al margen del placer que produce escuchar sus versos y esas melodías.


Siempre dice que en su oficio le acompaña el niño que fue y hoy sopla las velas de un sala creada por titiriteros...


Me parece formidable, porque no tenía noticia hasta estos últimos días de su existencia, pero toda la actividad que allí se desarrolla me gusta muchísimo y me honra estar allí, por supuesto que sí.


Trabajó a las órdenes del zaragozano García Velilla en la película ‘Perdiendo el norte’, donde se marcó una jota y volvió a ser aquel emigrante de ‘Vente a Alemania, Pepe’. ¿Cómo fue la experiencia?


Para mí, ha sido muy interesante, porque Nacho y sus colaboradores aceptaron mi punto de vista sobre este fenómeno. Yo soy el que se quedó allí, en Alemania, y ahora mira y dice lo que piensa en cuanto a lo que está ocurriendo con esta emigración. Me parece que es un personaje que está muy bien colocado dentro del tono de comedia que tiene esta película, pero yo me responsabilizo de todo lo que el personaje dice y piensa. Ha sido muy gratificante trabajar con Nacho.


Tiene 77 años y una agenda llena de proyectos. El año que viene quiere estrenar en España la última obra de David Mamet, que Al Pacino hará en diciembre en Broadway. ¿Qué le aporta el escenario?


El escenario o las cámaras no me aportan nada, me aporta el personaje y la historia. Este espectáculo de Machado, su sitio es el teatro y el lugar donde tengo que hacerlo. En general, al medio no le concedo tanta importancia, hacerlo bien es igual de difícil en cualquier territorio. Lo que me importa es el personaje, la historia y los compañeros de viaje.


Jóvenes directores de cine y debutantes cuentan con usted, tanto que hay quien dice que es un apóstol del cine arriesgado, ¿le gusta esta etiqueta?


Lo del riesgo siempre ha acompañado a este oficio de ser actor en España, porque nunca ha habido seguridad de nada. Por eso me siento muy satisfecho y honrado de trabajar con la gente joven. Tienen talento y coraje, saben de cine y luchan como gato panza arriba para sacar sus proyectos adelante. Hablo con ellos, discuto y disfruto con ellos.


¿Escribirá esa autobiografía con la que seguro le han tentado?


Me lo han pedido, pero soy muy perezoso, porque yo escribo de oído y muy lento. Igual algún día la termino, no lo sé, pero sí, me la han pedido más de una vez.


José Luis Gómez dijo recientemente que en España ya toca hablar de suicidio cultural, ¿es así?


Totalmente. José Luis es una de las personas más acreditadas para diagnosticar lo que le ocurre a la cultura. Tenemos que hablar de suicidio cultural porque la actitud de la administración no puede ser más despreciativa e insolente. Yo confío en que ahora, con este revuelo de las elecciones, las reglas del juego puedan cambiar. Es casi insultante el desprecio con que esta administración trata el ámbito de la cultura y otros como la educación y la sanidad. Y no me refiero solo a la derecha, de la que nunca he esperado nada, sino también a la izquierda y los sindicatos. Con todo lo que ha caído y el advenimiento de nueva gente, confío en que los ciudadanos seamos críticos y pueda cambiar el panorama.