Balay o 68 años de revolución en las cocinas

Trabajadores y dirección de esta empresa, integrada en la multinacional BSH, dan cuenta de los mejores y peores momentos vividos a lo largo de casi siete décadas de la marca.

La cocina que abre la visita a la exposición 'Érase una vez Balay' que puede verse en la Cámara de Comercio. Los protagonistas, algunos trabajadores, como Ricardo Giner y Verónica Cabello, en primer plano, y Silvia Mallén, Cristina Espinosa y Chema Ramos.
Balay o 68 años de revolución en las cocinas
Asier Alcorta

Balay, una empresa en la que han trabajado cientos de familias zaragozanas y que lleva 68 años modernizando las cocinas españolas –y de medio mundo desde finales de los 80, al ser ya parte de la alemana BSH–, está de aniversario. Si ya en los 80, cuando dio el salto de empresa local a global, empleaba a unos 2.000 trabajadores, 35 años después mantiene ese número, con un total de 4.252 empleados en España, de los que aproximadamente la mitad trabajan en Zaragoza. Sortear la crisis sin ERE extintivos y empezar a salir de ella incrementando un 6,1% la facturación en 2014, que alcanzó un total de 1.542 millones de euros, es motivo de celebración. "68 años no es ningún número redondo, pero somos una empresa con mucha tradición en la ciudad, estamos creciendo y es un momento adecuado para compartir con la sociedad todo el trabajo realizado para hacer evolucionar el mundo de las cocinas y de los electrodomésticos", afirma José Longás, director general de BSH Electrodomésticos España.


"Lo más espectacular en la vida de Balay fue saber adaptarse de una empresa local a ser multinacional. En 1986 sabíamos inglés tres o cuatro personas del equipo y hoy tenemos 800 empleados que lo hablan y 56 expatriados que están trabajando para BSH en el mundo, y hacemos desde aquí proyectos para todo el grupo. Ese ha sido el gran cambio", resume Longás. Y también la capacidad inversora: "En la última década se han invertido entre 30 y 50 millones al año, sobre todo en nuevos productos. Si no hubiera habido inversiones, habríamos desaparecido. Sin I+D y un equipo de 500 ingenieros no estaríamos hoy hablando de Balay".


"La evolución tecnológica que ha habido en Balay, esta marca tan querida por los zaragozanos, es fascinante", constata Chema Ramos, empleado en el laboratorio de calidad de Montañana y que cumplirá en julio 20 años de trabajo para BSH. "La tecnología de inducción es la que he visto evolucionar más rápido", indica.


Exposición que acabará en libro


Una opinión que comparte con Ricardo Giner, ingeniero técnico jubilado tras 40 años en la compañía y que está recabando documentación y testimonios para poder sacar a finales de año un libro sobre Balay. "Haber cambiado la cocina tradicional cuadrada por encimeras y hornos independientes supuso ya una revolución en los 70 y desde entonces no hemos parado de sacar nuevos productos", afirma. La colaboración con la Universidad de Zaragoza y con la Escuela Técnica Superior de Ingenieros tiene mucho que ver, según Giner, con que Balay sea una de las empresas que más patentes tiene: "Nos ayudaron mucho a desarrollar la placa de inducción".


"Una exposición en Cámara de Comercio que nos proyecta del ayer al hoy –la planta de Montañana se inauguró en 1968 y la de La Cartuja, en 1977– es una buena forma de mostrar cómo hemos cambiado y que los zaragozanos vean nuestro pasado y también el futuro, porque las inversiones en I+D lo aseguran", apunta Ramos. "Trabajar en una multinacional te da mucha seguridad porque no paras de aprender, no solo aquí sino en mercados extranjeros, y te dan muchas oportunidades en formación y desarrollo profesional", reconoce también Silvia Mallén, graduada en ADE a la que acaban de hacer un contrato tras realizar prácticas en la empresa.


El trabajo de varias generaciones


Una empresa que, como cuenta la exposición ‘Érase una vez Balay’, nació en 1947 por iniciativa de dos emprendedores: Esteban Bayona y José María Lairla. Poco se imaginaron entonces que el taller que levantaron para fabricar reactancias en iluminación y transformadores de radio acabaría convirtiéndose en el negocio de electrodomésticos que es hoy integrado en la multinacional alemana BSH. "Es una buena fábrica, se trabaja bien, se cobra bien. Mi padre, que ya se jubiló después de toda una vida en Balay, se dio una gran alegría cuando supo que me habían cogido", añade Verónica Cabello, que en julio cumplirá 14 años de trabajo al servicio de Balay y que ha participado en la campaña de publicidad que impulsa la marca desde hace tres años para fomentar la cultura de pertenencia a la empresa y la necesidad de defender la marca. "Después del fiasco de Fagor, prácticamente como fabricantes en España estamos solo nosotros. Y dependemos mucho de la elección de compra del consumidor. Si elige un electrodoméstico hecho aquí, genera empleo aquí. A mí no me sirve que lo cree en Corea o en Japón. Por eso, el compromiso del consumidor es fundamental", asegura José Longás.


También la implicación de todo el equipo humano que trabaja en las fábricas. En el último convenio, todavía en vigor, "la empresa mantuvo una posición muy rígida", reconoce Longás. "Costó dos años de negociaciones y ocho

días de huelga que los sindicatos entendieran que los pedidos son muy aleatorios y que necesitábamos flexibilidad sí o sí. No tenerla era movernos por el mundo de los ERE cada tres meses, lo que hubiera supuesto un deterioro brutal. Gracias al acuerdo en flexibilidad, ha habido tranquilidad para no estar asustado por lo que podía pasar en los meses siguientes. No ha habido miedo en esta casa a perder el puesto de trabajo", explica.


"Hemos pasado ya los tiempos más duros y tengo confianza en el futuro. BSH está invirtiendo mucho dinero", reconoce Verónica Cabello. "Mi mejor momento en Balay fue el día que me hicieron fija en enero de 2005 y el peor, cuando tras ser peón y cubrir relevos me tocó ser capataz y con 25 años tener bastante gente a mi cargo y mandar a personas que por edad podían ser mi padre. Hice bastantes nervios, pero de mi trayectoria profesional no cambiaría nada", subraya.


Tampoco lo haría Giner: "En estos 40 años, lo mejor ha sido poder desarrollar mi trabajo con plena libertad y lo peor, las presiones, sobre todo en momentos de crisis, ya no tanto la actual sino la que vivimos en los 80, que nos puso contra las cuerdas. Recuerdo un día que me llamó a su despacho el director comercial y nos dijo que la cosa estaba muy mal, que los bancos no nos financiaban y que no había para pagar las nóminas de ese mes, pero en lugar de quedarnos quietos salimos con un plan de venta de acciones y liquidación de aparatos y conseguimos remontar".


Ricardo Giner, que está buscando testimonios y documentos para reconstruir en un libro la historia de Balay, rememora cómo han cambiado las fábricas. "Al principio todo era muy manual. Recuerdo cuando venían a vernos los clientes, que se quedaban impresionados con las ocho cadenas de montaje que había, de las que salían perfectamente alineadas lavadoras, lavavajillas, cocinas... Desde entonces, la evolución en tecnología de procesos ha sido espectacular". Este trabajador confiesa que su casa siempre ha sido "un laboratorio de aparatos". "A veces he tenido entre 8 o 10 lavadoras para probarlas y hacer modificaciones. El nacimiento del lavado en frío marcó todo un hito. Hay que recordar que cuando se generalizó el uso de la lavadora en España, la mayor parte de las instalaciones eléctricas era a 125 vatios y si lavabas en caliente, la resistencia se ponía a 2.200 vatios y los contadores, de tres amperios, alcanzaban los 175. Entonces en 1971 hubo que ponerle al modelo T-514 de lavadora un interruptor en la parte de atrás que desconectara la resistencia y lavase en frío para impedir que el contador saltara. La siguiente generación de lavadoras ya incorporó una tecla en su frontal para hacerlo. El ‘flot antiarrugas’ fue otro descubrimiento que hizo que la ropa no saliera tan arrugada". Avances que han supuesto muchas horas de trabajo y también de conflictividad laboral. Ricardo Giner recuerda "los 31 días de huelga que hubo en Balay en 1984 contra los planes de reconversión industrial que supusieron un ajuste en plantilla de casi 300 personas. Fue una época muy difícil".


La crisis de los 80, la más dura


Longás recuerda también los complicados años 80: "Sí hubo un ajuste importante de empleo. Algo que no se ha producido con esta crisis. Hemos tenido suerte". Según el director general de BSH Electrodomésticos España, haber estado pendientes de cuándo explotaba la burbuja inmobiliaria –al ser conscientes de que no era normal que en este país se estuvieran vendiendo diez millones de lavadoras al año, sino ocho como mucho– les hizo ya en 2008 tomar acciones drásticas de reducción de gastos y disminución de ‘stocks’. "Reaccionamos antes que otros y lo que sí tuvimos que conseguir fue flexibilidad", apunta. Reconoce que, aunque les costó, "la tenemos desde 2012 y eso nos permite pasar horas de una parte del año a otra, librar algún viernes y luego recuperar y así estamos trabajando bien". Además, dice, se hizo un gran esfuerzo en exportación. Pese a todo, "la crisis supuso para nosotros vender 300 millones menos".


Poco a poco el horizonte se ha ido despejando. "Las perspectivas de la compañía son duplicar la cifra de facturación en 2025", anticipa José María Pérez, de UGT y miembro del comité, que recuerda las inversiones que se están realizando en la planta de Montañana para poder producir una nueva generación de placas de inducción. "Hay trabajo a futuro. Eso es fundamental", concluye.