Un 'nuevo' torreón para el castillo de Alfajarín
La restauración de la fortaleza saca a la luz un elemento hasta ahora desconocido.
En el equipo restaurador se integra un arqueólogo, José Luis Ona, y la empresa adjudicataria de las obras, Contrafuerte, que cuenta con arqueólogos especializados. Así que no es extraño que la principal novedad de las obras haya estado en el subsuelo. "Gracias al olfato de estos profesionales se ha producido el hallazgo. Decidimos centrar la obra en la zona de entrada al castillo, un terreno bastante complicado porque ha sufrido muchas intervenciones, y muy variadas, a lo largo del tiempo. Sacamos a la luz un torreón del que se desconocía su existencia, y salió bastante bien. Con poco dinero hemos conseguido rescatar un elemento importante de la historia del castillo". Además de ello, se han realizado importantes trabajos de consolidación en muros que amenazaban con venirse abajo. "El castillo es un hito para Alfajarín y, poco a poco, va recobrando su forma", concluye Borobio.
La fortaleza fue levantada por los musulmanes en el siglo IX para la defensa de la ribera del Ebro. Conquistada por Alfonso I, pasó a manos cristianas. Ocupa un montículo estratégico y debió de tener grandes dimensiones, aunque en la actualidad se conservan solo parte de las murallas y dos torres. Una de ellas, de 14 por 10 metros de planta, puede ser la del homenaje; la otra torre es menor, pero está mejor conservada. El conjunto es visible desde la A-II y la N-II, por lo que es uno de los castillos más conocidos.
Según señala Luis Zueco en su libro Castillos de Aragón, hay una leyenda romántica en la que la fortaleza tiene un papel protagonista, ya que en su interior se refugiaron doña Brianda de Luna (casada con Lope Ximénez de Urrea) y Luis Cornel, su primo y amante, después de que la mujer abandonara a su marido. Las luchas entre ambas partes hicieron intervenir a Pedro IV el Ceremonioso, que acabó con el encierro y ordenó que se arrasaran los campos y se destruyeran las cosechas. Luis Cornel fue desterrado y doña Brianda acabó en un convento.