Un examen que mide habilidades clínicas

La Universidad de Zaragoza implanta por primera vez unas pruebas de evaluación de competencias exigidas en el marco del Plan Bolonia.

Una alumna de Medicina explora el abdomen a un maniquí en la prueba de habilidades clínicas.
Una alumna de Medicina explora el abdomen a un maniquí en la prueba de habilidades clínicas.
asier alcorta

El Hospital Clínico de Zaragoza se convirtió hace unos días en un escenario en el que los 228 alumnos de sexto curso de Medicina de Zaragoza demostraron sus habilidades clínicas.


Estas pruebas, que fueron evaluadas y cuya nota se reflejará en sus expedientes académicos, son la primera vez que se realizan oficialmente (en años anteriores se han hecho simulacros). Lo exige el Espacio Europeo de Educación Superior o Plan Bolonia y el objetivo es certificar, con una evaluación de competencias clínicas objetiva y estructurada (ECOE), que los futuros médicos no solo han adquirido durante sus seis años de formación académica los conocimientos teóricos que le serán necesarios para el desempeño de su profesión sino que saben hacer las cosas y hacerlas bien.


Lo novedoso de estas pruebas fue la puesta en escena para medir, de manera objetiva, las habilidades clínicas de los estudiantes que pronto serán graduados en Medicina. Según explicaron Javier Castillo, decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, y Dolores Abós, coordinadora de grado de Medicina, los alumnos ya están familiarizados con la dinámica de las consultas y el día a día de los servicios hospitalarios. No en vano, durante tres semestres han tenido que acudir a centros hospitalarios, de Atención Primaria y Urgencias como parte de su formación práctica.

Escenificación de casos reales

Pero estas pruebas van un paso más allá. Los alumnos debieron enfrentarse en solitario a ‘pacientes’ que les comunicaron sus dolencias y debieron actuar como lo harían si fueran casos reales: pedir pruebas y análisis, auscultar, explorar y ofrecer un diagnóstico. Todo ello en presencia de un evaluador que analizó no solo la opinión médica ofrecida por el alumno sino las maneras, los procedimientos y los pasos dados hasta llegar a ella.


Los alumnos fueron pasando en grupos de 40 por diferentes ‘boxes’ o estaciones del área de consultas externas del hospital Clínico. En cada uno de estos departamentos se había preparado una ‘escenificación’ clínica y un ‘paciente’ –en unos casos un maniquí, en otros un actor entrenado para dar unos determinados síntomas– esperaba al alumno. Las situaciones que se plantearon ­–explicaron Abós y Castillo– eran reales y permitían medir la capacidad del futuro médico en cuanto a su forma de comunicar, la exploración física que realizó al ‘paciente’, sus habilidades técnicas, su juicio clínico, los consejos de prevención, el tratamiento sugerido y el diagnóstico, entre otras.


"Los graduados en Medicina –explicó Castillo– no deben tener solo conocimientos sino competencias; deben saber hacer las cosas". Por ello, lo que se hizo con las pruebas es "demostrar objetivamente que se han alcanzado esas competencias y en qué grado –continuó el decano de Medicina­– porque lo que marcan las nuevas directrices del Plan Bolonia es que para acceder al examen MIR, los alumnos no solo deben tener conocimientos teóricos sino competencias y habilidades. En una palabra, se mide si el futuro médico sabe hacer lo que le hemos enseñado en la facultad".