Los santoleanos se reúnen para honrar la memoria de un pueblo derruido

Más de 100 personas recorrieron las ruinas de la localidad, desalojada en 1970 por el pantano El encuentro se celebra cada año.

La de Santolea es una historia en la que falta un final. Aunque, quizá, no lo tenga nunca. El recuerdo entre los que un día fueron sus vecinos sigue tan vivo que resulta imposible pensar que el olvido pueda llegar a inundar su memoria y dejar atrás momentos de infancia y juventud. Las calles de Santolea muestran un pueblo en el que, años atrás, hubo vida y en las que, en la actualidad, no quedan más que restos de viviendas e infraestructuras que tuvieron que ser abandonadas allá por la década de los setenta debido a los peligros ante la proximidad con el pantano al que el municipio da nombre.


Desde que en 1970 el último habitante abandonase el pueblo, los hijos de Santolea han velado por mantener intacto su legado a través de la celebración de encuentros anuales con los que evitar que el pasado de este pequeño pueblo del Maestrazgo caiga en el olvido. El último de estos encuentros se celebró ayer y, en él, se volvieron a reunir 130 hijos, nietos, descendientes y amigos del pueblo. "Cada año venimos más gente y, juntos, recorremos Santolea para enseñárselo a nuestros jóvenes y que sean ellos los que mantengan vivo el recuerdo de lo que fue esto", aseguró emocionado José Aguilar, miembro de Santolea Viva y uno de los organizadores del encuentro. Esta asociación cultural es la que, desde hace cinco años, se encarga de hacer posible que esta iniciativa salga adelante gracias a la implicación de sus miembros. "Nos conocemos todos y mantenemos el contacto para avisar del día del encuentro. La mayoría de nosotros vivimos en pueblos cercanos a Santolea pero también hay personas que han venido de Zaragoza, Barcelona y hasta un matrimonio, de Francia", afirmó.


Ayer, y tras una comida de hermandad en la que no faltaron las jotas y hasta un sorteo de un cuadro en el que puede verse el Calvario del municipio, los santoleanos visitaron el pueblo, que fue derruido ante la crecida del pantano. Según los cálculos de Aguilar, en pie quedan apenas cinco edificaciones; la casa del Tío Torrero, la del Tío Torres, la casa de las Abogadas, parte de la iglesia parroquial y parte de las escuelas. El resto han quedado totalmente destruidas y reducidas a escombros como consecuencia, también, del paso del tiempo. "En su momento, el pantano no llegó a dañar el casco urbano del pueblo, sin embargo, el Gobierno de Aragón decidió derribar la mayoría de las casas ante el elevado riesgo de derrumbe. Incluso, la iglesia, del siglo XVII, fue demolida con dinamita", detalló Aguilar mientras observaba lo que queda del pueblo. La visita hizo aflorar sus sentimientos al reconocer lo difícil que había sido tomar la decisión de abandonar definitivamente el pueblo.


Aguilar, junto a Enrique Royo, otro de los organizadores del encuentro, se encargaron de rememorar junto con los asistentes los lugares por los que discurrieron sin poder dejar de contar su historia. "Yo venía cada verano porque aquí vivía parte de mi familia. Tengo muy buenos recuerdos y por eso intento transmitírselos a mi hijo y a mis nietos, que han querido acompañarme", explicó Royo, que no pudo evitar emocionarse al pasear por las calles.


Tras la despedida, Santolea Viva ya piensa en el que será el sexto encuentro de santoleanos.