Una muralla romana... e islámica

Juan Paz, conservador del Museo de Zaragoza, publica un estudio en el que sostiene que los cubos del muro son de origen musulmán.

El arqueólogo e historiador Juan Paz, ante dos de los cubos de la muralla romana de Zaragoza.
Una muralla romana... e islámica
Aránzazu Navarro

La hipótesis puede parecer una herejía, pero la formula un historiador de larga trayectoria, Juan Paz, conservador del Museo de Zaragoza; y lo hace en un prestigioso vehículo científico, la revista de arqueología ‘Caesaraugusta’ de la Institución Fernando el Católico (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

En un número monográfico de más de 300 páginas –‘Los cubos de las murallas de Zaragoza y del palacio de la Aljafería (1065-1075)–, Paz defiende que lo que hoy se consideran murallas romanas de Zaragoza, los muros de sillar con cubos ultrasemicirculares, fue construido, en realidad, durante la dominación islámica. El investigador cree que la ciudad sí ha conservado restos originales del muro construido en época romana (los que están junto a la estatua del emperador Augusto, por ejemplo), pero duda del origen del tramo más conocido, el más cercano a la iglesia de San Juan de los Panetes.


"Esos cubos debieron construirse entre los años 1065 y 1075, cuando al-Muqtadir vio peligrar la taifa, reconquistó Barbastro y decidió hacerse fuerte en la ciudad –asegura el historiador–. Cuando lo logró, y la muralla estuvo terminada y Zaragoza segura, se lanzó a la conquista del litoral Mediterráneo hasta Denia. En la fortificación empleó una innovación, colocando cubos defensivos cada 13,30-13,50 metros. Es entonces, además, cuando se construyó su palacio, la Aljafería".


De inspiración omeya


Y esa es la clave de la investigación. Hasta ahora, la mayoría de los historiadores han defendido que quienes levantaron los torreones de la Aljafería se ‘inspiraron’ en los de la muralla romana. Paz, en cambio, sostiene que son coetáneos, principalmente porque "los cubos de los recintos fortificados de Zaragoza tienen unas características constructivas que los separan claramente del resto de las defensas de época romana y, en cambio, los acercan a las técnicas típicas de los palacios fortificados de época omeya del siglo VIII".


Los cubos, por ejemplo, son ultrasemicirculares abiertos, en herradura de proporción califal; son macizos y proyectados hacia el exterior; y se distribuyen regularmente por el trazado del muro. "Nadie se ha atrevido a decir que la muralla de Zaragoza no es tan romana como se supone –asegura Juan Paz–, pero mi planteamiento no es gratuito. Ha llegado después de muchos años de maduración, después de haberme iniciado en la arqueología urbana a fines de los años 70 y tras haber estudiado el resto de las murallas del Imperio Romano que se construyeron con cubos. Todas tienen algo en común, y es que la separación entre los cubos es de 100 pies romanos, 30 metros. Todas... salvo las de Zaragoza, Lugo, Astorga, Barcelona y algunas de Aquitania. Las construyeron canteros y maestros que llegaron del sur de la península a los reinos cristianos".


La idea de que la arquitectura árabe ha pervivido más de lo que se pensaba se ha ido abriendo paso en los últimos años entre los investigadores. Cada vez hay más que se suman a la idea de que la mayoría de las torres de las iglesias cristianas tuvieron su origen en alminares.


Pero ¿qué hay, pues, de auténticamente romano en la muralla de Zaragoza? "No hay evidencias de que la ciudad tuviera muralla en época de Augusto. No la tenían, por ejemplo, ni Roma ni Lyon. Pero yo creo que cuando se construyeron los cubos existían restos de una muralla, pero no solo de piedra. Sería una estructura defensiva en la que se integrarían tanto los sillares como el ‘opus caementicium’ (hormigón romano), terraplén, foso, empalizada... El pequeño tramo más cercano a la estatua de Augusto y que sufre desde hace tiempo graves problemas de humedad, sí que es, en mi opinión, absolutamente primigenio, como otros restos que han aparecido en el Coso. Yo los fecho en época de Trajano, a finales del siglo I de nuestra era".


El estudio de Juan Paz va a distribuirse por universidades de todo el mundo gracias a los intercambios que mantiene la Institución Fernando el Católico. Ahora son los especialistas quienes tendrán que juzgar su hipótesis.