Aprender a mirar el entorno para entender la vida

El conocimiento del niño parte de lo concreto,
de aquello que tiene más cerca. Por eso, la vida se resume en cada río, en cada bosque, en cada valle.

La amistad entre Moncho, un niño a quien todos llamaban ‘Pardal’, y don Gregorio, el maestro que protagoniza ‘La lengua de las mariposas’, el estremecedor cuento de Manuel Rivas, surge en sus paseos por el monte, donde iban para observar y recoger todo tipo de bichos: mantis, caballitos del diablo, ciervos volantes y, sobre todo, mariposas. La educación debe permitirnos entender el mundo. Quizá estamos más acostumbrados a estudiar los montes de Europa, el clima en los Trópicos o la vida en la pampa argentina que el río, el pinar y los pájaros que viven en el cabezo de nuestro entorno más próximo. Sin embargo, el conocimiento del niño parte de lo concreto, de aquello que se tiene más cerca, como bien aprendió Pedro Arnal Cavero en su viaje por las escuelas de Francia y Bélgica en 1911. Este maestro empezaba las lecciones de Geografía pidiéndoles a los niños que hicieran un plano de su habitación, de la calle en la que vivían, del camino que seguían para llegar a la escuela. Hay centenares de ejemplos que demuestran que la vida se resume en cada río, en cada bosque o en cada valle. Solo hay que aprender a mirar para disfrutar de un espectáculo inagotable.