Ordesa

José Luis Melero recuerda algunos libros sobre esta zona del Pirineo oscense.

A mí me gustan mucho las excursiones o caminatas por el monte…, pero cuando me las cuentan. Porque mientras las haces es todo siempre muy incómodo: sudas, te cansas, no ves bares, ni cines, ni librerías…, y lo que es peor: se te manchan los zapatos. Aunque tal vez, no lo sé muy bien, lo que ocurra es que no haya que ir con zapatos. Por eso prefiero que me las cuenten antes que hacerlas y disfruto con el relato apasionado de esas, al pare­cer, agotadoras subidas y bajadas por los montes sin mo­verme del salón de mi casa. A Ordesa sí he ido algunas veces. La última de ellas le eché valor y llegué hasta la Cola del Caballo, pero al regresar nos cayó una tormenta tan grande que aún se está secando la pequeña mochila que llevaba con otro par de lustrosos zapatos de recambio. Me subí a mi hijo pequeño a corderetas y le dije: "hijo mío, saldremos de ésta". Y me sentí como Cocodrilo Dundee. Cuando llegamos al coche, íbamos como si nos hubiéramos sumergido en lo más profundo de la fosa de las Marianas. Desde entonces, prefiero los libros sobre Ordesa, de los que tengo unos cuantos. El más antiguo es uno de José Tello Pardo: ‘Los Exploradores y el Alto Aragón. Viaje a Ordesa’, publicado en Zaragoza en 1916 y que describe el viaje que un grupo de unos 80 exploradores zaragozanos, con su presidente el doctor Patricio Borobio a la cabeza, hizo a Ordesa en julio de ese mismo año. El librito es precioso, con fotografías de G. Mercadal y Arribas y planos desplegables. De 1929 es el libro de Victoriano Rivera ‘Guía del Valle de Ordesa’, de 1935 el de Arnaldo de España ‘El Parque Nacional del Valle de Ordesa’ y de 1942 el de la descripción del Parque que hizo Francisco Lordán.

Estos días he vuelto a leerlos. Y es que estoy del todo convencido: como los libros no hay nada.