Xavier Seoane, mar no rima con Perogrullo

El narrador y poeta traduce una de sus mejores novelas al castellano.

Portada de Abre la puerta al mar
Xavier Seoane, mar no rima con Perogrullo

¿Qué es lo que hace que un texto sea atemporal? Si contestase el señor Perogrullo, diría que el texto que pasado un tiempo largo conservase su frescura como si nada. Nada que objetar al señor Perogrullo. Pero aunque ya no sea de perogrullo, lo que hace de ‘Abre la puerta al mar’ un puerto para cualquier época es la forma tan sencilla con la que se ancla la naturaleza con el pensamiento del hombre. El gallego Xavier Seoane, nombre y apellido lo delatan, ha volcado de su lengua natal al castellano quince años después de ser escrito y para demostrar, aunque fuera inconscientemente, que no pasan años para la vida en Finisterre cuando esta son hechos y naturaleza. Cuando no hay objetos innecesarios, como cuando no hay palabras innecesarias.


Por eso, por eso que a lo mejor no sabría definir el señor Perogrullo; porque no hay término baldío y si una marea de sustantivos, muchos desconocidos para quién no ha estado en la Costa da Morte, otros en el limbo del me suena pero que hasta que Seoane no le ha dotado de un contexto no queda claro su significado. Pero sí que queda claro el significado de este libro. Una obra que enseña lo que un chaparrón en la oscuridad no dejaría ver. Naufragio no siempre rima con temor, ni murciélago con casa; pero el campo semántico se amplía con el zumbido del viento que sin llamarse cierzo, sintoniza con el que provoca dolor de cabeza. Cabeza de marinero, vista de almirante sin ambición pero llena de devoción, muestra en su alma la poesía que desprende un acantilado en las arrugas de la gente que vive en el mar. O los que siendo de la Galicia interior alcanzan la costa con la esperanza de llevarse más cosas a la boca y menos hambre al estómago.


La ambientación definida, no por descripción exhaustiva de las cosas, sino por la transmisión diáfana de sensaciones como la humedad que no se la lleva ni un rayo de sol ni un mal rayo de tormenta, deja en el lector el moho de quién no quiere aprender lo que es la vida junto a la espuma de mar de los acantilados.


Para los que no tienen como único amigo al señor Perogrullo, conseguirán la amistad del mundo duro y áspero pero sobre todo verdadero del salitre en la sopa y el quebranto que las condiciones del clima dejan en la piel del costero. Mundos que calan en la oscuridad que ni siquiera necesita la noche cerrada para hablar de las cosas que no se publican ni se hacen oficiales pero que impregnan al oírlas como calaría el consejo de una abuela a un nieto cuando creyese que iba a despedirse de la vida. Xavier Seoane ha acertado al traducir esta obra, al acercar todas las mareas que conoce al hombre de interior que al acabar de leer esta obra no mirará a la costa cuando está brava como si fuese un plácido Mediterráneo. Lo que consigue con este texto es que nadie vuelva a mirar al mar bravo como lo haría el señor Perogrullo.