'Trata de blancas' en la Zaragoza del XIX

La Institución Fernando el Católico recupera una novela olvidada de Eugenio Antonio Flores en la que se retrata cómo era el comercio sexual a fines del XIX. La protagonista relata en primera persona su tránsito por la prostitución desde un pueblo de Zaragoza hasta La Habana

Eugenio Antonio Flores (1851-1908) fue un escritor madrileño que falleció prematuramente y que dio a la imprenta obras como ‘La histérica’, (1885) o ‘Huérfanos’ (1903). Le llamaban ‘Don Flores’ en Pina de Ebro, y allí fue nombrado hijo adoptivo por haber sido impulsor de la construcción de la presa de la localidad, lo que permitió que la huerta pudiera ser regada de forma regular.


Flores fue autor también de una novela prácticamente desconocida, ‘Trata de blancas’, que ahora acaba de ser recuperada por la Institución Fernando el Católico (IFC), en una edición preparada por Luis Álvarez Castro, profesor titular en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Florida. La obra original fue publicada en 1889 y hasta ahora solo era conocida por los bibliófilos más avezados.


El argumento de la novela gira en torno a una joven a la que las circunstancias de la vida empujan al ejercicio de la prostitución, una joven que relata en primera persona el tránsito existencial que la lleva desde un pueblo de la provincia de Zaragoza hasta La Habana, pasando por la capital aragonesa y Barcelona. Aunque a finales del XIX esta temática tuvo cierto éxito, en cierto sentido la novela se anticipa a otras más famosas, como ‘Carne importada’ de Eduardo López Bago, o la también titulada ‘Trata de blancas’ que publicó Felipe Trigo. Para el lector aragonés tiene el interés añadido de que retrata, se supone que con ojo certero, cómo eran los ambientes, modos y costumbres de la prostitución en la Zaragoza de finales del XIX.

El compromiso social

Cuando Luis Álvarez Castro empezó a estudiar la figura de Eugenio Antonio Flores apenas tenía datos biográficos de él. "Una vez comenzada la investigación –relata el especialista–, hubo dos aspectos que me llamaron la atención: primero, su involucración con el carlismo, que le llevó como prisionero de guerra a Cuba, donde después trabajó como funcionario y abogado; segundo, su compromiso social, evidenciado en el tono de su novela, donde criticó las normas morales y las condiciones económicas que propician la prostitución. Pero también en sus propios actos como benefactor público en Pina de Ebro, el pueblo de su segunda esposa y donde lideró importantes empresas, como la construcción de la presa de Pina".


Escritor poco conocido hoy, Eugenio Antonio Flores fue bastante popular en vida, tanto como periodista como autor de una historia de la primera guerra de Cuba (1868-1878). "Esta situación de olvido se debe a la mayor fama de su padre, el escritor costumbrista Antonio Flores –explica Álvarez Castro–. Con todo, las tres novelas que publicó son importantes muestras de la transición entre el realismo y el naturalismo, y en particular ‘Trata de blancas’ es una obra sumamente original, que trata por primera vez esa temática en las letras españolas, y lo hace además a través de un relato en primera persona que concede la palabra a la mujer protagonista, en lugar de ser el mero objeto del relato de un narrador masculino".


La novela se imprimió en Barcelona a finales de 1889, pero Álvarez Castro cree que la estancia del autor en Cuba, adonde llegó en 1873, "fue decisiva en la creación del relato, en el que también incorpora sus experiencias en Zaragoza y la propia Barcelona. A falta de datos fehacientes, suponemos que en 1888 Flores ya había regresado definitivamente a la Península, si bien la novela se escribió con probabilidad cuando todavía vivía en la isla".


Pero la pregunta que asalta al lector desde las primeras páginas es ¿qué tiene de ficción y qué de realidad? ¿Hasta qué punto todo lo que se describe en la novela es fidedigno? Álvarez Castro ha indagado en el asunto, e incluso ha incluido en la edición documentos esclarecedores, como el ‘Reglamento sobre la policía de la prostitución pública en La Habana’ (1877) o algunas noticias de prensa de la época.

Un retrato fiel

"Dejando de lado la relación que pueda existir entre ‘realidad’ y ‘autobiografía’ del autor, una cuestión siempre espinosa –apunta Álvarez Castro–, puede afirmarse que los ambientes lupanarios que se retratan en la novela, así como la brutalidad de prácticas como el contrabando de mujeres en barcos mercantes, son una traslación bastante fiel de las circunstancias históricas, tal como puede constatarse en noticias aparecidas en la prensa de la época o en tratados sociológicos coetáneos como ‘La prostitución en la ciudad de La Habana’, del Dr. Céspedes, publicado en 1888".

Y la pregunta subsiguiente es: ¿qué sabemos de la mujer que la inspiró?


"Habría aquí materia para toda una novela –señala el investigador–. Las noticias que corren por Pina de Ebro es que la protagonista de la novela se inspira en Fermina Bosque Rocañín, natural de esa localidad, y a quien Flores habría conocido en Cuba. Lo que sí está documentado es que Eugenio y Fermina se casaron en Madrid en 1898, tres años después de la muerte de la primera mujer de Flores. Por otra parte, sabemos por la correspondencia conservada que Fermina fue inspiración de otro escritor: el francés Valéry Larbaud, quien la tomó como modelo para su novela ‘Fermina Márquez’ (1911). Fermina murió en 1908 y está enterrada en Pina, aunque no se sabe si comparte con Flores el panteón que el Ayuntamiento erigió para él".


La novela tiene varias lecturas posibles. Además del retrato del drama humano del comercio sexual de finales del siglo XIX, es también una panorámica costumbrista de primer orden. Refleja la sociedad de una España imperial y multirracial, que sufre la crissis previa al latigazo de 1898.


"Lo primero que llama la atención para un lector actual es que la España que se retrata en la novela incluye a Cuba como una más de sus provincias, ya que aún no se había consumado el llamado ‘desastre del 98’. Por otra parte, la sociedad que se representa (tanto en Cuba como en Zaragoza y Barcelona) es el submundo de la prostitución, ambiente que aparece con frecuencia en la novela naturalista. La protagonista, cuyo nombre no es otro que Pilar, procede de un pueblo cercano a Zaragoza que no sería difícil identificar con Pina, y cuando huye a la capital para servir como criada, se describe con un colorido casi costumbrista su admiración por la calle del Coso, el ya desaparecido teatro Pignatelli o el paseo del mismo nombre (hoy llamado de la Independencia). Además, en algunos casos se reproducen términos del habla aragonesa, como el ‘chiquia’ con que siempre se dirige a Pilar su madre".


No tuvo excesiva fortuna la novela en la España de finales del XIX, al menos a juzgar por el escasísimo número de ejemplares que se conservan (ni siquiera la Biblioteca Nacional posee uno, aunque el hueco lo acaba de cubrir ahora la edición de la IFC). Hubo escándalo, pero el tiempo la sepultó en el olvido.


"Al aparecer la novela –concluye Álvarez Castro–, Flores era colaborador de ‘La Época’, un diario conservador, por lo que la temática de la obra debió provocar sorpresa entre los lectores de ese periódico. Por otro lado, la escasez de reseñas publicadas en prensa y el limitado número de ejemplares conservados hacen pensar en una pequeña tirada. Hay pruebas de que su recepción estuvo marcada por el escándalo, como se aprecia en una reseña escrita por Julián del Casal, aunque ese mismo escándalo había multiplicado las ventas de otras novelas naturalistas como ‘La prostituta’ (1884), de López Bago, algo que no parece se produjera con la de Flores, a pesar de ser esta última tan interesante o más desde un punto de vista literario e histórico". Ahora casi 120 años después de su publicación, la novela vuelve a salir a la luz. Ya sorprender con sus enigmas no desvelados.