Pocas camisetas de fútbol americano son más reconocibles que la del ‘quarterback’ de los New England Patriots, Tom Brady. El 12 que luce en su pecho y su espalda tanto en la camiseta blanca como en la azul marino es de los productos más vendidos a nivel mundial. Sin embargo, que nadie busque ese 12 entre los jugadores de los Seahawks, ya que ninguno de ellos lo puede portar. Ese número está retirado. O mejor dicho, es el número de la afición de Seattle, el que ondea en la bandera de su estadio y que sus hinchas han hecho propio.

El 12 ganará esta noche. Vencerá en forma de cuarto anillo para Brady o se impondrá en segunda Super Bowl consecutiva celebrada por los seguidores de los Seahawks. Dos maneras de entender el fútbol americano, dos versiones de cómo ser el mejor en un deporte con un número en común.

Porque si Tom Brady, famoso también por estar casado con la modelo Gisele Bundchen, representa el triunfo del líder de un grupo, de la victoria en primera persona (posee dos MVP en la Super Bowl), los Seahawks son el claro ejemplo del éxito colectivo. Comienzan en el terreno de juego con un trabajo más efectivo que vistoso y se apoyan en una grada plagada de camisetas con el 12 que incomoda y de qué manera al adversario. Eso sí, hoy no juegan en casa.