Una madre logra encontrar a la hija que le robaron en una clínica de Zaragoza en 1985

La prueba del ADN ha demostrado su parentesco tras dos años de investigación
Después del parto, las monjas le dijeron que había tenido un niño y que había muerto

Beatriz García, abogada de María, la madre que sufrió el robo de su hija en 1985, en su despacho.
Beatriz García, abogada de María, la madre que sufrió el robo de su hija en 1985, en su despacho.
asier alcorTa

María ya sabe que su hija de 29 años, llamada como ella, vive con unos padres adoptivos en un pueblo de Castellón y que se la robaron cuando nació el 8 de julio de 1985 en la clínica Montpellier de Zaragoza. A los dos años de interponer una denuncia ante la Policía Nacional y de abrirse una investigación en el Juzgado de Instrucción número 4 de la capital aragonesa, la prueba de ADN ha confirmado su consanguinidad.


Aunque ni madre ni hija tienen aún constancia oficial del resultado, María pidió al forense privado Jaume Buj el cotejo de los dos análisis y la conclusión es que entre el ADN de ella y el de la joven hay una coincidencia del 99,9996%.

La madre biológica, que tiene 55 años, denunció su caso ante la Policía Nacional en 2012 y los agentes encargados del mismo han tomado a lo largo de estos dos años declaraciones a varias personas implicados en el caso como los padres adoptivos y la madre. El juzgado podría llamarles ahora para ratificar o ampliar lo que ya dijeron ante los agentes.


En principio, el caso está sembrado de falsedades. Por ejemplo, el historial clínico de la madre biológica en la Montpellier no existe y el nacimiento de la niña se registró a nombre de la madre adoptiva, para lo que contó con el testimonio de un médico.

La monja y la estafadora

La hija fue fruto de una relación entre un empresario casado, que tenía a su propia familia en Navarra, y una joven que trabajaba en un bingo en Salou, propiedad del mencionado empresario. Al quedarse embarazada, ambos se desplazaron a Zaragoza para vivir juntos y que ella diera a luz. Pero todo cambió cuando la familia de él se trasladó también a la capital aragonesa. María se fue entonces a vivir sola a un piso de la avenida de San José. Un buen día fueron a visitarla Sor Lucía Merino, que era la superiora de la Montpellier, un celador y Teresa Gandía, una conocida y consumada estafadora de la ciudad que falleció en 1991, seis años después de esta historia.


María estaba ya en un avanzado estado de gestación y la monja y la estafadora, tras comunicarle que sabían que estaba sola, le ofrecieron atenderle en la clínica privada. La joven se fue con ellas y estuvo ingresada en el centro sanitario durante cuatro días, hasta que prepararon el parto con cesárea el 8 de julio de 1985. Luego permaneció una semana más para recuperarse.


Durante esos 11 días estuvo custodiada por dos monjas y por Teresa Gandía y le cambiaron de habitación tres veces. Hasta le presentaron a una pareja que, al parecer, iban a ser los abuelos adoptivos. La madre dio a luz a una niña el día programado, pero las monjas y la delincuente le dijeron que había tenido un niño y que había muerto porque había nacido "de color azul".


Mientras estuvo ingresada, el padre biológico se presentó varias veces en la clínica para saber qué pasaba con la madre y el bebé, pero lo torearon para que no lograra verla. Al final, le informaron de que el niño había muerto y que la clínica ya se había ocupado del entierro. También le dijeron que la madre ya no estaba en la clínica.


La niña fue entregada al día siguiente del nacimiento a los padres adoptivos –una pareja vecina de Castellón–, quienes la inscribieron en el Registro Civil de Zaragoza.


Para que la madre biológica no supiera del devenir de su bebé y con la excusa de que podría sentarle bien para superar su supuesta muerte, los artífices de esta trama le dieron 25.000 pesetas y la enviaron a Tenerife para que pasara unas vacaciones.