Caña Selecta del valle del Ebro para lengüetas de saxo y clarinete

En este municipio del Bajo Aragón se ubica una de las pocas empresas que existen en España dedicada a convertir los tubos de las cañas en lengüetas para instrumentos musicales. Son las hechas con caña, según los expertos, las que mejor respuesta les dan a los músicos

Trabajadores de 'Caña Selecta' en Urrea quitando la peladura a las cañas, cortándolas y eligiéndolas para dejar solo las mejores.
Caña Selecta del valle del Ebro para lengüetas de saxo y clarinete
Francisco Jiménez

Aprovechar la mejor caña del Ebro para convertirla en lengüetas de saxo y clarinete es la oportunidad de negocio que hace más de treinta años supo ver el empresario aragonés Alfonso Sesé Tena, oriundo de Urrea de Gaén (Teruel). En los años ochenta, siendo proveedor de caña para una empresa familiar de Gerona que abastecía de este producto a la marca francesa Vandoren, se dio cuenta del potencial que tenía. Así, decidió comprar en 1993 la mitad de dicha empresa y en 2012 adquirió la totalidad de lo que es hoy Caña Selecta, una firma que facturó 1.900.000 euros en 2014 y cuyas riendas han cogido ahora sus hijos, Ana y Alfonso.


Son más de 400.000 lengüetas al año las que se obtienen de los 80.000 fajos de caña –cada uno incluye 20– que se limpian, seleccionan, cortan y preparan en las naves de Caña Selecta, ubicadas en Urrea. Según explica José Manuel Lafaja Martín, encargado de esta empresa en la que lleva 19 años, las cañas tienen que ser perfectas en color, grosor y tamaño para garantizarle al cliente francés la máxima calidad en las lengüetas que con la marca Vandoren lleva comercializando más de un siglo, desde 1905.

Se aprovecha un 50%

Y es que como explica Lafaja, de toda la caña que les entra, solo a la mitad se le puede dar un aprovechamiento para instrumentos musicales –ha de tener un grosor y diámetro determinado y ni un solo roce, raya o nudo– y por eso, a la otra mitad se le da usos menos exigentes para placas de cañizo, falcas para que no se rompan las ramas de los naranjos, mangos de cepillos industriales o vallas para cámpines y chalés.


Un total de 25 trabajadores (14 fijos y el resto temporales) procedentes sobre todo de Urrea, Híjar o Albalate se encargan de seleccionar las cañas. "Antes de comprarlas –dice Lafaja– nos aseguramos de que han sido cortadas en cañares salvajes, que tengan 2 años de vida, una altura mínima de 2,9 metros y un diámetro de 27 milímetros. "Ya en la fábrica, las apilamos en fajinas –de pie y hacia arriba– intentando dejar huecos para que la caña se airee y vaya perdiendo agua". Luego se pela la caña para después seleccionarla en cinco categorías: saxo, caña de recuperar, clarinete, caña de casa y caña vana, que es la que no vale. "Esta se la llevan, la rajan en unas máquinas y la tejen con alambres para hacer una especie de valla. Antes lo hacíamos aquí, pero le pasamos el proceso a un proveedor nuestro".

Del Bajo Aragón a Francia

Los meses más fuertes de trabajo van de diciembre a mitad de marzo porque luego la caña ya no vale. "Ahora tenemos mucha almacenada, unos 56.000 fajos. Lo más importante es secarlas bien y que les corra el aire. Si no, se ponen marrones por dentro y ya no valen. Y mientras unas se secan, algo que puede llevar más de un mes, vamos trabajando con las otras", explica el encargado de Caña Selecta. Cuando tiene 1.700 fajos viene un trailer y se lo lleva. "Todas las semanas sale una carga", añade. Antes de salir hacia Francia, cortan los tubos de caña en otra nave de Caña Selecta en Vila Sacra (Gerona). Los ponen sobre una estrella, les dan con un martillo y salen cuatro trozos o futuras lengüetas, y las mandan a las instalaciones de Vandoren que les da el toque final. El encargado de Caña Selecta asegura que se necesita mucha experiencia para distinguir la caña que vale y la que no.


Lafaja recuerda que hace unos años les bastaba con la caña del valle del Ebro: "Con la nuestra y algo que nos llegaba de Lérida nos servíamos, pero cada vez tenemos que extendernos más y coger la que nos traen de Valencia y otras comunidades. De hecho, en 2014 no conseguimos la suficiente para los viajes que nos habían pedido los franceses". Este especialista reconoce que los cañares están sufriendo mucho. "No sabemos si por impacto ambiental o porque se cortan menos. Lo ideal sería cuidar el cañar en su hábitat, pero eso vale mucho dinero y se empieza a apostar por plantaciones como en Francia". Sin embargo, confía en que el trabajo de seleccionar la mejor caña para la música se mantenga, dado que en España esta empresa aragonesa es de las pocas que lo hacen. Las inversiones de la familia Sesé en ella atestiguan su compromiso con el mantenimiento del oficio y el empleo en esta zona rural.