Slow food

Santa Águeda y el saber hacer artesano

Chema Sahún, Jorge Hernández, Amparo Llamazares, Cristina Mallor y Jennifer Marín, junto a las dulces reliquias.
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Oliver Duch

Frente a la repostería industrial, fría y racionalista, el movimiento Slow Food reivindica y apuesta por el oficio de repostero artesano. Y este jueves, en la bodega medieval Tierra Maña, sus socios lo hicieron muy visible. Coincidiendo con la festividad de Santa Águeda, se juntaron alrededor de 50 para disfrutar de un picoteo muy aragonés pero que encontró en la dulce tradición de las reliquias de la santa su principal argumento.


Jorge Hernández, presidente de Slow Food Zaragoza, reflexionaba durante el encuentro sobre los pocos puntos de referencia que existen hoy en día entre la repostería y la historia. "En este caso concreto –explicaba– cada reliquia evoca los pechos de Santa Águeda de Catania, a la que el procónsul de Sicilia cortó los senos en un acto de venganza por no haber podido conseguir sus favores".


Argumentos como este y la vinculación de los reinos de Nápoles y Sicilia y la Corona de Aragón son los que Slow Food quiere rescatar y sacar a la luz, "y trasladarlos a un saber hacer artesano, en este caso relacionado con la repostería pero que igualmente sirve para otros ámbitos, en los que se incorporen la historia y la cultura frente a procesos industrializados que no lo pueden hacer", señalaba Hernández.


Lo hacía, además, mientras desenvolvía las dulces reliquias de la santa elaboradas por unos cuantos buenos reposteros. En concreto, fueron protagonistas de esta merienda las tetas de Santa Águeda preparadas por Melba, Tolosana, Manuel Segura, Ascaso, Fantoba, Obrador Aljafería y El Capricho.


Chema Sahún, de Tierra Maña, presentó sobre la barra del bar el resultado final y fue curioso comprobar de qué forma tan diferente este acontecimiento se ha traducido en un dulce. "La muestra es como una exposición de arte donde cada uno ha expresado su forma de hacer", decían algunos socios. Con más o menos chocolate, nata y crema, o con un aire más de pastel, bollo o bizcocho. Hubo para todos los gustos y la nota final de los comensales fue muy alta. Alrededor de la historia de estas reliquias la velada estuvo entretenida. En la misma mesa, Jorge Hernández reflexionaba junto a las investigadoras Amparo Llamazares y Cristina Mallor sobre si este mito está emergiendo de la nada o tiene antecedentes. "Yo soy de los que afirmo que hay antecedentes –explicaba el presidente de Slow Food–, en este caso, las famosas tetas de novicia y pelotas de fraile, unos dulces de la Edad Media basados en recetas de las monjas clarisas".


En fin, que el encuentro dio mucho juego y en él participaron socios de este movimiento como Jennifer Marín, Marta Navarro y Luis de Pablos alrededor de un picoteo bien regado con vinos de Murero y moscatel de Bodegas Palafox.