Oportunidad perdida

El CAI es incapaz de competir en el Palau, pese a las notables ausencias del Barça, muy debilitado en su línea exterior.

Henk Norel es defendido por el azulgrana Tibor Pleiss
Oportunidad perdida
Toni Albir/EFE

Al CAI le faltaron fuerza, compromiso y convicción. Jamás creyó en la gesta. Nunca tuvo opciones de victoria. Víctima de su indolencia defensiva, y con un juego plano y previsible, el cuadro aragonés perdió una buena oportunidad para haber competido en el Palau Blaugrana, un escenario de enjundia, de máxima dificultad, pero ayer vulnerable por las notables ausencias de los catalanes. El Barça se presentó a la cita muy mermado en su línea exterior, sin sus tiradores más cotizados; pero finalizó la contienda con 90 puntos en su haber. Un indicador diáfano de la escasa presión ejercida por los zaragozanos, muy permisivos atrás. Sin Abrines, sin Oleson, sin Erikson y sin Navarro, el potencial azulgrana se había reducido drásticamente. De hecho, los de Xavi Pascual habían doblado la rodilla en sus dos últimos compromisos: ante el Baloncesto Sevilla, en la Liga Endesa, y frente al Fenerbahce, en la máxima competición continental. Una coyuntura preocupante que, sin embargo, el CAI no supo aprovechar.


Al contrario, el equipo de Ruiz Lorente nunca tuvo opciones de victoria. Desapareció de la escena con prontitud. Quebradizo en defensa, y con un desacierto inusual en sus acciones ofensivas, el cuadro aragonés se desangró con estrépito en el Palau. Fue un equipo apocado, superado por las circunstancias, sin apenas argumentos. El Barça, muy poco exigido, se desenvolvió con una facilidad escandalosa en todos los órdenes del juego. Al equipo azulgrana le bastó la insistencia de Pleiss (15 puntos) y Hezonja (14) para liquidar a un adversario sumiso, escasamente combativo, demasiado encogido ante el fuste de su oponente. Hay otro dato alarmante que retrata a los zaragozanos: a los 9 minutos de juego, el CAI había cometido una sola falta personal, cuando el partido demandaba lo contrario. Interesaba un choque áspero, trabado, belicoso. Un encuentro férreo, de contacto, que ampliara aún más la rotación azulgrana, ayer más debilitada que nunca. En este sentido, el cuadro aragonés no supo interpretar la contienda.


El CAI desapareció de la escena con prontitud. No sólo se descompuso atrás, sino que también careció de criterio en sus acciones ofensivas. Ya desde el inicio, se manejó en ataque con una dificultad maniesta. Permaneció los primeros cuatro minutos sin anotar un solo tiro de campo, lo que aprovechó el Barcelona para edificar una sólida ventaja en el marcador (11-3). El CAI supo entonces que su destino era sufrir, ir a remolque, remar contracorriente, realizar un desgaste superior.


La entrada de Jelovac, el jugador más productivo de los zaragozanos, y un certero triple de Llompart redujeron las distancias (21-16); pero los catalanes, liderados por Huertas y Hezonja, nunca vieron peligrar la victoria.

Intento de reacción


Al descanso, el choque estaba prácticamente finiquitado (47-34). Mucho más cuando el Barcelona, en la reanudación, firmó un parcial de 7-0 para ampliar su renta hasta los 20 puntos (54-34). Sin embargo, el CAI es un equipo voluble, inconstante, imprevisible. Tiene carácter, orgullo, personalidad y ambición. Nunca se da por vencido de antemano, por muy elevados que sean los obstáculos a sortear. La primera canasta de los zaragozanos se demoró hasta los tres minutos y medio. A partir de ahí, una defensa en zona anuló los ataques locales. Y en sus acciones ofensivas, el conjunto de Ruiz Lorente fue sumando efectivos. Aparecieron Katic, Llompart, Goulding, Jelovac y, sobre todo, Robinson para iniciar el intento de remontada. El americano, con siete puntos prácticamente consecutivos, obligó a Xavi Pascual a detener el encuentro. En apenas cuatro minutos, y tras un parcial de 4-17, el CAI comenzaba –por fin– a creer en el triunfo (58-51).


Poco duró la esperanza. El Barcelona cuenta con una plantilla rutilante, imponente, temible desde todas las posiciones. Ocho puntos de Satoransky, seis de ellos desde el triple, y un 2+1 de Huertas cerraron el tercer acto y, ahora sí, acabaron definitivamente con la resistencia aragonesa. Ya no hubo partido. El CAI enarboló la bandera blanca, a diez minutos de la conclusión, y lo hizo mostrando su cara más triste e impotente. Finalizó deshecho y distorsionado, muy alejado de la versión ofrecida en sus actuaciones más recientes, y con una desventaja de 23 puntos en el marcador (90-67). Fue, en cualquier caso, un paso en falso previsible y ni mucho menos irreparable. Eso sí, la oportunidad era muy propicia para, al menos, haber competido hasta el final.