La Guardia Civil mantiene abiertos los casos de cinco montañeros desaparecidos desde 2006

Se trata de cuatro extranjeros y un joven de Gerona que se encontraban solos cuando se extraviaron en el Pirineo.

Los cinco iban solos en el momento de su desaparición y, en algún caso, ni siquiera habían dejado dicho a su familias o amigos más cercanos la ruta que pretendían realizar en la montaña. Este es un denominador común a los cinco casos que la Guardia Civil de rescate de Huesca mantiene abiertos desde 2006, montañeros que siguen presentes en su día a día. Y es que aunque los rastreos no sean tan intensos como los primeros 15 días, en los que las posibilidades de encontrarlos con vida son más altas, prestan una atención especial cuando realizan maniobras o entrenamientos por estas zonas.


Hace tan solo unas semanas, un cazador de Laspuña encontró semioculto por el musgo unas ropas y restos óseos a los pies de la Peña Montañesa (Aínsa), y alertó al cuartel de Boltaña. Recordaba que en la zona, hacía más de tres años, se había perdido un montañero zaragozano que respondía a las iniciales R. S. Y. No era la primera vez que la Guardia Civil llamaba a la familia de un desparecido para que identificara unas ropas u objetos personales, si bien en esta ocasión todo coincidía: el color, la marca de la mochila e incluso la documentación que en ella portaba.


"Las familias se habitúan con el paso del tiempo y asimilan la muerte de ese ser querido que desapareció en la montaña. Cuando los llamas tres años después porque has encontrado un jersey y les mandas una foto para ver si es o no el suyo se abre la herida. Pero también encuentran el descanso psíquico de saber que se ha encontrado, se acaba la incertidumbre y recuperan sus restos para enterrarlos en el sitio deseado", relata el brigada Miguel Domínguez, jefe del Grupo de Rescate e Intervención en Montaña de Boltaña.


Este caso lo han cerrado, pero en su archivo hay tres casos más pendientes, a los que se suman otros dos de la zona de Benasque. El más antiguo data de 2006. Se trata de un alpinista alemán, de nombre Kulosa, que intentó alcanzar la cumbre del Monte Perdido.


El hombre, recuerda Domínguez, llegó a telefonear al 112 y dio su situación, "aunque no podía corroborarla con un GPS", subraya. "Era una tarde mala, con nieve y ventisca", recuerda el brigada, que explica cómo salieron en su busca bien entrada la noche. "Subimos con dificultades hace el collado del Cilindro hacia Marboré –donde dijo encontrarse– pero no se le localizó. Volvimos al día siguiente y durante más de 40 jornadas seguidas incluso con refuerzo de todas las unidades de Huesca", describe Domínguez. Pero no hallaron ni un indicio de su paradero. "Pensamos que por la fecha en la que sucedió pudo caer en una de las grietas de la cara norte del glaciar. En algunas incluso hicimos descensos verticales", añade.


Tres años más tarde, en la Sierra de Guara, desapareció una mujer belga que iba con su familia al Portal de la Cunarda, se cansó y decidió volver sola hasta el pueblo de Colungo. "Era una pista ancha", señala Domínguez. Pero la mujer se perdió. Durante días estuvieron buscándola, incluso con perros, el helicóptero, voluntarios... Sin embargo, nada se sabe de ella cuatro años después; como tampoco del senderista danés de 65 años que en septiembre de 2010 llegó a Benasque para pasar unos días y desapareció. Fueron los dueños del hotel quienes alertaron de que había salido para realizar algún recorrido cercano –pidió información en la oficina de turismo– y que no había regresado. En su habitación incluso se encontraron los billetes de avión para regresar a su país.


Ese mismo año, a finales de diciembre, fue visto por última vez Ferrán Camps, un joven de 23 años de Gerona que ‘buscando un paraje mágico’ desapareció en el ibón de Plan, donde se encontró su tienda con objetos personales y los tiques de la fruta que había comprado días antes en Laspuña.


La última ‘espina’ de la Guardia Civil de rescate es la de un montañero francés que en octubre de 2012 desapareció entre el pico Taillón y Monte Perdido.

Sobrevivió 11 días


Domínguez insiste en que es crucial la primera semana o los quince primeros días (hace cinco años se localizó a una mujer francesa que llevaba once días extraviada en el Cañón de Añisclo de Ordesa). Y también, reconoce, el tiempo. "Cuando llega el aviso, si es de día y despejado y solo se han extraviado, los encontraríamos fácilmente con el helicóptero. Pero en la mayoría de estos casos la falta de visibilidad, la niebla, la nieve y la ventisca...", explica. En otros, el terreno abrupto y frondoso es el que complica la localización.


"No hay que dejar la búsqueda los 15 o 20 primeros días –prosigue–. Después no se mantiene a diario, pero seguimos trabajando". Y es que, asegura, los familiares muchas veces les llaman e insisten. Ellos, conscientes del sentimiento de sus allegados, tampoco abandonan. Los archivos siguen sobre la mesa y, según informa, cuando realizan prácticas por estas zonas siempre los tienen presentes. Sabe bien que algún día encontrarán un indicio que les lleve a su paradero aunque haya pasado una década. Él mismo ha vivido esto. Cuando llegó a Boltaña a principios de los setenta desapareció una joven montañera francesa en el glaciar de Monte Perdido, Catherine Verón, y 25 años después recuperaron sus restos. La desglaciación (pierden masa y consistencia y se generan torrenteras en su interior) es el motivo. "Con el alemán de Monte Perdido podría pasar", concluye el brigada.