Los juegos del hambre

La necesidad se ha convertido en un negocio en el que grandes empresas ingresan hasta 1.800 millones de dólares al año. Dinero suficiente para escolarizar a 12 millones de niños y facilitar agua potable a 21 millones de personas. Pero eso no sería rentable.

La actriz Jennifer Lawrence en el papel de Katniss Everdeen, la muchacha de 'Los juegos del hambre' que se convierte en rostro de la revolución.
Los juegos del hambre
Lionsgate

El doctor en Paz y Seguridad Javier Jiménez Olmos recuerda en su blog (jjolmos.wordpress.com) las palabras del Arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo:"Todos cerramos los ojos en nombre de nuestro derecho a no mirar lo que no queremos ver". En una impactante entrada sobre el negocio que rodea el hambre y la necesidad en África, Jiménez Olmos destaca que algunas grandes empresas se embolsan anualmente hasta 1.800 millones de dólares gracias a las comisiones que cobran a los inmigrantes africanos que envían dinero a sus familias. Y eso es solo la punta del enorme y profundo iceberg que es la miseria africana, donde también confluyen los beneficios de las farmacéuticas, la nueva esclavitud que ha traído el desembarco chino en el continente, o el espolio continio de materias primas con guerras y matanzas como cortina de humo.


Sobre cortinas de humo, campañas sin sentido y ojos cerrados trata, precisamente, la trilogía ‘Los juegos del hambre’, saga literaria que cuenta también con su versión cinematográfica. La autora Suzanne Collins ha logrado hilvanar una eficaz trama que plasma un futuro donde la mayoría del planeta vive la extrema necesidad mientras unos privilegiados se revuelcan entre la abundancia. Y los potentísimos medios de comunicación abruman a la población creando nuevos héroes, hasta que se vuelven en su contra, hasta que esos mismos medios ensalzan al rebelde, y el tinglado se desmonta. ¿Les suena?


La saga es entretenida, las películas son espectaculares, pero nuestra realidad es aún más atroz. No hace falta viajar a Panem ni ver a la oscarizada Jennifer Lawrence disparar con el arco para contemplar un mundo que es imposible de sostener. Como indica Jiménez Olmos, "según el Africa Progress Panel, publicado en mayo de este año 2014, el nivel de crecimiento del PIB para el continente africano será casi de un 6%. Sin embargo, en la actualidad uno de cada tres pobres en el mundo vive en África. De los veinticinco países que más han crecido en el periodo 2008-2013, veinte son africanos. No obstante, África es el segundo continente con una distribución de la renta más desigual, por detrás de América Latina. Y si la situación no cambia, el 20% de los africanos sufrirá extrema pobreza en las próximas décadas". Y aún hay más: 400 millones de africanos "viven en la pobreza y con graves amenazas que pueden ocasionar un incremento dramático de la miseria, como son: el cambio climático, la expoliación de sus recursos naturales y la especulación con los precios de los alimentos. Estos tres factores serán decisivos para que se produzca un incremento de la migración consecuencia del empeoramiento de las condiciones de vida". Ya avisaron en Davos que en 2014, año que termina, las revueltas sociales serían el problema mundial más grave. En 2015, quizá sea la inmigración el tema a tratar porque ni los muros más altos ni las legislaciones más duras podrán evitar que millones de personas abandonen unas tierras sin futuro en busca de un mundo mejor.


Y el escenario es aún peor. Según Jiménez Olmos, "mientras la gente se muere de hambre, se especula con el precio de los alimentos, lo mismo que se ha hecho con el precio de la vivienda. El llamado mercado de futuros, crea unas subidas espectaculares de los precios de los alimentos, de modo que los especuladores obtienen ingentes beneficios a costa de que millones de seres humanos no puedan comprar alimentos básicos por el alto coste". Según la FAO, en el año 2008 los precios de los alimentos subieron en algunos países una media del 39%, los cereales el 71%, lo que constituyó una gran tragedia para las economías más débiles.


Cuando se revisa la historia, resulta fascinante contemplar la ceguera humana. Desde la distancia del tiempo, cuando el dolor y el drama nos son tan ajenos, nos asombra la terquedad y estupidez de la nobleza antes de la Revolución Francesa; la ambición desmedida de Alemania, Francia y Reino Unido que desencadenó la Primera Guerra Mundial; la incapacidad de los dirigentes rusos antes de 1917.... ¿Qué dirán de nosotros las próximas generaciones? Con un 27% de pobreza infantil en Aragón, según datos de Unicef, que en casos graves llega a la malnutrición, el problema ha llegado ya a nuestros rellanos. Que la ceguera no sea perpetua. Porque es insostenible.