Una fosa común en el mare nostrum

"No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un grancementerio", ha pedido el Papa. Pero ya lo es. Desde 1988 han muerto ahogados más de 21.000 inmigrantes. Este año, once cada día.

Recuento de cadáveres en el hangar del aeropuerto de Lampedusa tras la muerte de casi 400 personas, en octubre de 2013.
Una fosa común en el mare nostrum
AFP

Los diputados se pusieron de pie y dedicaron una atronadora y sentida salva de aplausos al Papa cuando este lunes se puso serio en la Eurocámara y reclamó "afrontar juntos la cuestión migratoria: no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio". Trataba Francisco de llamar la atención sobre el drama de quienes perecen ahogados en su intento de alcanzar una vida mejor. Los aplausos no se entienden muy bien cuando, a juicio de las oenegés que atienden a los inmigrantes, las autoridades europeas "miran hacia otro lado" en vez de hacer frente a esta sangría. También es verdad que, aunque las palabras de Jorge Mario Bergoglio están cargadas de buena intención, hay que matizarlas: el mar Mediterráneo ya se ha convertido es un gigantesco cementerio en el que reposan miles y miles de cadáveres, batallas navales aparte. Solo que cada semana aumenta, de forma escandalosa, el número de difuntos. En otoño de 2013, casi 400 personas murieron frente a las costas de la isla italiana de Lampedusa, la última frontera del sur de Europa. Las espeluznantes imágenes de hombres, mujeres y niños ahogados dieron la vuelta al mundo y Europa se sumió en la tristeza. "Muchos lamentos, pero pocas medidas específicas", ilustra María Serrano, portavoz de Amnistía Internacional España. En lo que va de año, ya han muerto otros 2.500 inmigrantes en las aguas de esta gran fosa común, según esta asociación. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) eleva el número hasta las 3.072. A más de once por día. Un macabro contador que sigue subiendo a una velocidad de vértigo. Hoy, once más. Mañana, otros once. Quizá doce o quizá quinientos. La lotería depende de un golpe de mar, de una cantimplora para todos, de un bidón sin gasoil, de un capitán mafioso que les abandona en alta mar.


Aunque las cifras bailan en función de los registros y las fuentes, el informe ‘Vidas a la deriva’, elaborado por Amnistía Internacional justo un año después de la tragedia de Lampedusa, calcula que desde 1988 se han ahogado 21.344 personas en el Mediterráneo cuando trataban de alcanzar las costas europeas. Magrebíes, subsaharianos, árabes, asiáticos... Y aquí no entran los datos de Canarias. "Las cifras son relativas", alerta María Serrano, portavoz en España. "Esos datos hacen referencia a los cadáveres que se recuperan del mar, de los que nosotros tenemos constancia, pero hay muchos miles más que no entran en los registros, embarcaciones que no se localizan, de las que no sabemos que un día salieron de un puerto, gente que ha desaparecido para siempre". Algunos expertos creen que por cada cuerpo que se recupera, dos nunca aparecen. Hay otras cifras que hacen entender la magnitud del problema y también por qué el pontífice tuvo que dar un toque de atención a los europarlamentarios esta semana: desde octubre de 2013, cuando Italia reaccionó y puso en marcha el programa de salvamento ‘Mare Nostrum’, la armada del país ha rescatado a casi 150.000 inmigrantes. No, no sobra ningún cero. "Personas que, potencialmente, podrían haber muerto en la travesía", recuerda María Serrano. "¿Cuántas se ha ahogado antes de que se pusiera en marcha este plan?", se pregunta la portavoz de Amnistía Internacional. "Además, la Unión Europea pretende sustituir el programa ‘Mare Nostrum’ por ‘Frontex Plus’, un plan comunitario que tiene mucha menos dotación presupuestaria, que depende de la aportación de efectivos de cada país y que ni siquiera cuenta con un protocolo de salvamento. Si esto sucede, auguramos muchos más cadáveres en el mar". La comisaria europea de Interior, Cecilia Malmström, pidió hace un par de meses la colaboración "de todos los estados miembros" para que ‘Frontex Plus’ sea un éxito. "La inmigración es una preocupación de todos y no va a desaparecer", dijo.


"Es una vergüenza"


Tampoco se anduvo con remilgos verbales el Papa Francisco tras conocer la magnitud de la última tragedia en Lampedusa, precisamente el destino de uno de sus primeros viajes pontificios, en julio del año pasado y poco antes del desastre humanitario: "Es una vergüenza", se despachó. En la misma isla se preguntó el pontífice: "¿Quién de nosotros ha llorado por estas muertes? La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia". En una carta dirigida a la Unión Europea, la alcaldesa de Lampedusa, Giusy Nicolini, denunció el año pasado el "horror continuo" que supone la llegada masiva de inmigrantes a la isla –un paraíso terrenal de 20 kilómetros cuadrados–, "donde ya no caben ni los vivos ni los muertos".