SAN FERMÍN

Un zaragocista en la boca de los miuras

Antonio Jerez lleva 20 años corriendo en San Fermín. El domingo escapó de milagro del sanguinario toro Ermitaño

Antonio Jerez (izquierda), junto a Joe Jistley.
Un zaragocista en la boca de los miuras
JOSÉ LUIS DOMÍNGUEZ

Vive por los pelos. Un zaragocista en medio de la tragedia. Le pudimos ver por la tele. Protagonista del encierro, con entrevista incluida de Mavi Doñate en la Primera de TVE. Un mozo con la camiseta avispa del Zaragoza escapando de Ermitaño, el miura rezagado que sembró el terror en el encierro del domingo. "Tuve mucha suerte. El toro fue a la sangre. A solo dos metros me encontraba yo. Se cebó con un chaval y lo mandó a la UVI. No lo mató porque no quiso el santo. Dejó tres heridos graves más. La zona de la entrada a la plaza es muy peligrosa. En el embudo del callejón, la calle pasa de tener nueve metros de ancha a solo tres. Lo pasé fatal. Aunque había miedo por el muerto que hubo el viernes, en los fines de semana siempre corren el doble de mozos. Y cuantos más corredores, mayor peligro", reconoció Antonio Jerez, un corredor zaragozano clásico en los encierros de San Fermín.

 

Antonio Jerez difícilmente pasa desapercibido en ninguna parte. Mide 190 centímetros. Siempre calzó un buen zapato: el 45. Jugó a balonmano en el proyecto Objetivo 92 de los Juegos de Barcelona. La maravillosa Generación del 69, el año más fértil del balonmano español: Mateo Garralda, Enric Masip, Ricardo Marín, Tito Urdiales... Con Jerez compartí vestuario en Agustinos. Él, magnífico lanzador; el abajo firmante, un central (dicen) dotado para el orden. Solo el marista Mainer, extremo ratonero, tocó la gloria y hasta jugó en la selección española. Jerez se conforma ahora con torear miuras en los encierros. Y yo, con hacer feliz a quien me recomendó colgar las zapatillas y dedicarme a la poesía. "Llevo corriendo el encierro desde los 18 años, y ya tengo 40. El veneno me entró en Sádaba, de niño. En las Cinco Villas hay mucha afición a las vaquillas. Es una zona lindante con Navarra en la que creemos que si no hay encierro, no hay fiestas. Correr en Pamplona es lo máximo, como jugar al fútbol en el estadio Santiago Bernabéu. Está muy bien organizado todo. Es maravilloso", explicó Jerez.

 

No se ven demasiadas camisetas del Real Zaragoza en los Sanfermines. Cosa rara, cuando tanto aragonés y zaragocista se acerca a las fiestas navarras. Antonio Jerez siempre la lleva puesta delante de los astados. "Mis amigos de Pamplona, que son muchos, dicen que correr allí con la camiseta del Zaragoza es doble peligro: además del peligro de los toros, una minoría siempre se mete contigo. Son la excepción, pues la gente suele ser maravillosa. El domingo nos atrevimos hasta a cantar el himno del Real Zaragoza con unos chavales de Uncastillo", continuó.

 

Nuestro protagonista siempre se desenvuelve en el mismo tramo. "Arranco al final de Estafeta. Luego, tomo la curva de Telefónica y la entrada a la plaza. Sobre los 800 metros totales del encierro, corro alrededor de 100. Siempre viene mi amigo José Luis Domínguez conmigo. También suelo correr con Juan Pedro Lecuona. Dicen que es el José Tomás de los encierros. Es el mejor. Se pone delante del toro, le busca la cara y la encuentra. Nadie corre como él. Tiene una técnica extraordinaria. Lleva 20 años. Es de Huarte", señaló Jerez.

 

El encierro aglutina curiosidades en cantidades industriales. Muchas más en una fecha tan señalada como el paseo de las reses de los Herederos de Eduardo Miura por el suelo pamplonés. "San Fermín siempre tiene algo, pero el día de los miuras es especial. Son unos toros enormes, de más de 600 kilogramos. Además, siempre aparece el mito de Manolete. Un mozo americano, Joe Jistley, lleva más de 40 años viniendo. Cuando corre delante de un miura, se pone una americana en señal de respeto y admiración", argumentó.

 

El domingo hubo mucho más peligro que admiración. "La manada se dividió y se quedó rezagado un toro, Ermitaño. Era un asesino. Por la tarde lo lidió Jesús Millán. Duró cinco minutos el encierro, que es mucho tiempo. Escapé de milagro. Nada más acabar, llamé a mi mujer, Sonia. Ella y mi familia son los que más sufren mi pasión, la adrenalina de los encierros de Pamplona", concluyó la promesa que apuntaba a Barcelona 92 y acabó corriendo en San Fermín.