ENERGÍA

Un tesoro renovable

El calor del interior de la Tierra, la geotermia, se puede emplear para producir electricidad y, en los edificios, para la calefacción y la refrigeración.

La cultura verde ha calado en la sociedad, domina el discurso político y existe una mayor concienciación, aunque queda camino por recorrer. Las energías renovables y la apuesta por el ahorro y la eficiencia en este ámbito son el presente y el futuro. Se habla de la eólica, la solar, la hidroeléctrica, la biomasa... no tanto de la geotermia, la última en sumarse a la lista. Con este término se alude al aprovechamiento de la energía calorífica del interior de la Tierra. En España se realizan desde hace años estudios e iniciativas que van en esa línea y poco a poco crece el interés por los recursos que esconde la corteza terrestre, que constituyen un tesoro del que muchos desconocen sus aplicaciones.

 

En función de las características de la superficie, la profundidad de las perforaciones y, por tanto, de la temperatura con la que se trabaje (a más metros, más calor), esa energía permite producir electricidad o se emplea para el uso térmico. En este último caso, las instalaciones geotérmicas pueden servir para climatizar edificios (calefacción y refrigeración) y obtener agua caliente sanitaria. La geotermia es una energía eficiente, limpia, con un mínimo impacto medioambiental.

 

En inmuebles residenciales, de tipo industrial o dirigidos al sector servicios asegura un suministro constante con independencia de los factores externos. Y supone un alivio al reducirse de manera notable la factura de la electricidad.

 

La principal pega está en su coste. La instalación del sistema requiere un mayor desembolso que el de los de climatización convencional o de otras fuentes energéticas, si bien la inversión se recupera a la larga debido a la eficiencia que lleva aparejada. Se amortiza, según el uso y el edificio, en un periodo de entre tres y siete años. El precio se compensa con la vida útil de los aparatos y el escaso coste de mantenimiento.

 

Si España se pone al día, sigue la senda de varios países europeos y apuesta decididamente por la geotermia, contribuirá a reducir la dependencia energética del exterior y, de paso, el consumo de fuentes de origen fósil.

 

En los yacimientos geotérmicos se localizan materiales permeables que retienen el agua y le transmiten su calor, expone el Instituto para la Diversificación y el Ahorro de la Energía (IDAE). En los de alta temperatura (sometidos a gran presión y con más de 150 ºC), el vapor de agua sirve para generar electricidad, tras hacerlo pasar por unas turbinas, como en una central térmica.

Los de media temperatura (100-150 ºC) tienen el mismo fin energético. Los de baja, con temperaturas inferiores a los 100 ºC, se destinan a usos térmicos (balnearios). Los de muy baja temperatura (menos de 30 ºC) se extienden por casi toda la corteza terrestre y son idóneos para, por medio de una instalación, climatizar los edificios.

Temperatura constante

La superficie exterior del terreno, al estar en contacto con el aire, es objeto de los cambios de temperatura. Pero cuanto más se profundiza en la tierra, existe menos variación. A los diez metros, la temperatura es constante (14-15 ºC). Además, "no hay aporte radiativo del sol ni pérdidas radiativas hacia el universo. Y el manto de tierra hace de aislante térmico respecto del ambiente", indica Sergio Díaz, colaborador de la división de eficiencia energética del Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos (Circe), institución de la Universidad de Zaragoza. El hecho de que la temperatura sea constante a partir de la citada profundidad (se incrementa en cuatro grados cada 100 metros), es aprovechado por los sistemas geotérmicos, que intercambian calor con el terreno con objeto de calentar o refrigerar.

 

El elemento clave es la bomba de calor geotérmica, el corazón de la instalación. Funciona como las convencionales, con la diferencia de que utiliza como intercambiador de calor el terreno, no el aire exterior de la vivienda, explica Enrique Prats, director técnico de Ingeniería Geotérmica. Esta empresa de reciente creación, ubicada en Cuarte de Huerva, forma parte del grupo Ensaya (Laboratorio de Ensayos Técnicos) y está especializada en la geotermia de muy baja temperatura. Por su parte, Díaz destaca que la bomba puede transportar el calor desde dentro del edificio hacia fuera (refrigeración) o del exterior hacia dentro (calefacción). De ahí que el sistema enfríe en verano y caliente en invierno.

 

Otra parte no menos importante son las sondas de calor, "tuberías de polietileno acabadas en 'u' que se insertan en el terreno", apunta Prats. Por ellas circula un fluido caloportador que capta o emite el calor necesario o sobrante mediante el contacto con el terreno, añade. Están fabricadas para durar 100 años. El sistema se completa con los aparatos para distribuir el calor o el frío dentro de la casa (radiadores, suelo radiante o convectores de aire).

 

Los tipos de instalación dependen de la disponibilidad de terreno y del dinero. Está la de geotermia horizontal de ciclo cerrado y la vertical, llamadas así por la forma en la que se colocan las tuberías. En la primera se ponen a un metro de profundidad y en la segunda, la perforación alcanza los 150 metros. La horizontal es más barata, dice Díaz, aunque tiene peor rendimiento, no así la vertical, "más eficiente" al llegar más abajo (debido a que la temperatura es constante). Eso sí, resulta más cara. Prats resalta que la horizontal requiere "una gran superficie", por los que está indicada para unifamiliares.

 

El experto de Ingeniería Geotérmica subraya que también se emplean las instalaciones de ciclo abierto. Se diferencian de las anteriores en que "el intercambio de calor se hace con el agua de los niveles freáticos". Para el proceso se necesitan dos pozos.