FIESTAS DEL PILAR

Un Pilar sin andamios ni palomas

Jesús Ramo lleva cuatro años trabajando en una maqueta de la basílica, que saldrá el martes en la Ofrenda de Flores.

Jesús Ramo (centro) con Rosa Dueso y Luis Lambán, ayer en los Escolapios de Zaragoza.
Un Pilar sin andamios ni palomas
CARLOS MONCíN

En El Pilar de Jesús Ramo no hay andamios. Todo está reluciente. Los relojes marcan la hora exacta; las tejas azules, amarillas, blancas y verdes parecen recién colocadas y las cúpulas brillan pese a ser un día nublado. El edificio tampoco tiene problemas de erosión por las palomas. Es la basílica ideal, eso sí, de madera y cartón. Cuatro años y dos meses de trabajo ha costado construir este Pilar artesano que puede disfrutar cualquiera que se acerque a los Escolapios de Zaragoza. "Siempre me ha hecho mucha ilusión hacer El Pilar porque yo nací en la calle Pignatelli, en 1926", recuerda el padre Jesús, escolapio cuya paciencia y habilidad con los trabajos manuales se refleja también en su tarea de maestro belenista. A los tres años, ingresó en este colegio en el que ha pasado toda su vida, aunque también ha tenido la oportunidad de viajar por todo el mundo debido a su profesión. Allí donde ha estado ha llevado su afición. En Camerún organizó un aula bíblica; en Argentina, una maqueta de tres metros de Jerusalén en tiempos de Jesús, y un belén en la capital italiana. Desde joven despertó su vocación religiosa y su deseo de hacer pequeño todo lo grande. "Empecé en 1949 con maquetas", calcula, volviendo la vista atrás. "Siendo seminarista escolapio en la Albelda de Iregua, en La Rioja, un profesor nos animó", recuerda, con nostalgia. Así comenzó su primera gran obra: el Templo de Jerusalén. Esas clases fueron el origen del Aula-Museo Bíblico que viajó desde la localidad riojana a Salamanca y, en los últimos años, a las Escuelas Pías de Zaragoza. En la rotonda del edificio se exhiben maquetas sobre Tierra Santa y la presencia cristiana en Roma, Grecia, Turquía o Egipto.

Jesús Ramo no ha trabajado solo. Ha contado con otro enamorado de las maquetas, Luis Lambán, que también ha pasado toda su vida en Escolapios. "No conocí a mis padres", afirma como presentación, como otros niños de los años de la postguerra. En esos tiempos difíciles en los que "no había dinero ni para pegamento", cuidaba como un tesoro un recortable que le regalaron para montar el Pilar. "Lo guardaba encima de un armario", cuenta como si fuera ayer. Dedicó muchas horas a ese recortable, pero no lo pudo completar. Sin embargo, lo ha guardado durante todos estos años. Ahora, su sueño de niño se ha hecho realidad con esta maqueta de la basílica de 2,30 metros de largo por 1,30 de ancho y casi dos metros de altura a la que ha dedicado muchas horas junto al padre Jesús. "Eso sí, descansando en vacaciones", aclara Luis. El religioso niega con la cabeza. Él no se ha dado ni un respiro. Mano a mano han trabajado en el colegio Calasancio de la calle de Sevilla. Para captar todos los detalles, el padre hizo más de 200 fotografías recogiendo todos los rincones. Reproducirlos ha sido lo más complicado, confiesa. "Hemos trabajado sin prisa, pero sin pausa", afirma Rosa Dueso, encargada de la pintura de las piezas. En la labor de la decoración ha colaborado también María del Carmen Sáenz de Guiona.

La forja y la iluminación han quedado pendientes. La maqueta invita a contemplar cada detalle y buscarlo en el original. Algo que será más fácil el martes, ya que la reproducción hará el recorrido de la Ofrenda de Flores con el grupo de los escolapios. Sus autores contemplan su obra con satisfacción. "Yo me he quitado una espinita", asegura Luis.

Un viejo recortable del templo y 200 fotografías actuales han sido el origen de la reproducción