TOROS

Un matador aragonés en la casa del Juli

Miguel Cuartero debutó en octubre como novillero con picadores en Zaragoza. Ahora, sigue formándose para cumplir su sueño: ser una primera figura del toreo.

Miguel, en el Mesón Campo del Toro de Zaragoza
Un matador aragonés en la casa del Juli
CARLOS MONCÍN

El 11 de enero volverá a la escuela. Aunque su colegio es bastante diferente a uno habitual. Su instituto, si se puede llamar así, está en Arganda del Rey, y su "director" no es otro que el Juli.

 

Miguel Cuartero siempre pensó que su futuro estaba en la jardinería, tras cursar un grado medio en explotaciones agrarias. Pero unas prácticas en la Ganadería Los Maños le cambiaron la vida. Es gracioso que Miguel afirme rotundamente que, de pequeño, no quería ser torero. Sin embargo, casi sin levantar un palmo del suelo, se hizo un capotillo y una muleta con las sábanas de su madre y llegó a fabricarse con madera la maqueta de una finca, la que de mayor le gustaría comprar. "Ocupaba mucho en el garaje y mi padre la tiró. ¡Me pillé un berrinche!", recuerda él.

 

Y allí, en su Figueruelas natal, dio sus primeros pasos, también los taurinos. "Tenía mucha afición a la ganadería. Con 14 años empecé a torear de salón, con unos amigos, y después seguí", cuenta. Se integró en la Escuela del Carmen y luego en la de Huesca. Después, entrenó con Paulita o Roberto Bermejo. "Quería aprender de profesionales", deja claro. Y en 2007, tras ganar el Bolsín de Bougue, un prestigioso concurso de novilleros de Francia, se fue a Madrid, donde pronto acabaría formando parte de la Fundación El Juli, la escuela taurina del famoso matador. "Lo vi por Internet y les mandé unos vídeos y un currículum. Tras pasar unas pruebas físicas, me seleccionaron", explica. Y ahí sigue, a sus 19 años, ascendiendo peldaños en el complicado ruedo del mundo taurino.

 

Tuvo que ser precisamente en Zaragoza donde llegara su principal espaldarazo. Fue el pasado 25 de octubre. Tras más de 50 novilladas en los últimos tres años, llegó el momento decisivo: su debut con picadores, y en La Misericordia, nada menos. A los nervios del día se sumó otra circunstancia: el primer toro cogió a los dos primeros novilleros y se quedó solo en la plaza. Hasta cinco novillos para él. Una faena, en todos los sentidos. "No me puse nervioso. Cuando me di cuenta de que me quedaba solo, intenté tranquilizarme, ir uno por uno, y echar pa'lante".

 

Pero la tarde acabó bien. Tanto, que se llevó dos orejas. "Fue un día inolvidable, del que guardo muchos recuerdos. Aficionados y prensa me felicitaron. Y, cuando tú crees que has dado todo lo que tienes, que te reconozcan es importante", señala.

 

Pero es hora de volver a la escuela y Miguel está feliz de hacerlo. Y, en su casa, también, a pesar de no compartir del todo su hobbie. "No son aficionados, pero me apoyan incondicionalmente", explica. En otros centros taurinos, una vez que has debutado con caballos, se cierran las puertas. "Aquí, no te dejan de la mano y te ponen una persona para seguir formándote, con entrenamientos todos los días de la semana, tutorías?", informa Miguel, que en la decisiva cita de Zaragoza contó con la compañía y el apoyo del padre del Juli. "A él lo vemos a menudo, aunque está bastante liado", revela.

 

Fuera de los ruedos, le da a la fotografía y al deporte, pero su principal pasatiempo es ver vídeos taurinos de todas las épocas junto a sus compañeros de piso, otros novilleros con los que comparte casa y profesión. Quiere ir paso a paso y, por eso, no se pone plazos para tomar la alternativa. "La vida del torero es el toreo, no algo que haces como un trabajo". No parece descabellado para alguien que afirma con seguridad que su meta es llegar a ser una figura del toreo. "Parece osado decirlo, pero es a lo que aspiramos todos los que nos estamos preparando. Le tengo mucho respeto a la profesión y hay que tener vergüenza torera. Las figuras están arriba por algo y cada uno tiene algo especial". Y ¿qué tiene de especial el toreo de Miguel? "De momento, mucha ilusión y muchos sueños", se sincera.