ALBERGUE MUNICIPAL DE ZARAGOZA

Un 'hogar' para gente sin recursos ni apoyo

El albergue de la capital aragonesa fue el primero de toda España que adaptó sus instalaciones para que pudieran vivir allí los niños con sus padres.

Un 'hogar' para gente sin recursos ni apoyo
Un 'hogar' para gente sin recursos ni apoyo
ZTV

Abdellah Alhajari, de 42 años, dejó Argelia para venir a Zaragoza en 2002. Tras casi cinco años sin papeles, alternando trabajos "mal pagados", por fin consiguió los documentos necesarios para pasear por la calle con tranquilidad. "A partir de entonces, he trabajado en carga y descarga y, después, en una empresa de soldador. Pero llegó la crisis y perdí el empleo", cuenta con la pequeña Norfata, de 14 meses, en su regazo, y la inquieta Sine, de 3 años, correteando alrededor. Entonces, se encontró en la calle, sin ingresos y con una familia a la que alimentar. Sin ninguna persona en la que apoyarse, recaló en los asistentes sociales del albergue municipal de Zaragoza. "Me facilitaron una habitación para vivir con mi familia temporalmente y nos ayudaron a mi mujer y a mí a encontrar trabajo. Siempre les estaremos agradecidos", dice Abdullah, que el 5 de mayo empieza a trabajar en el Plan Integral del Casco Histórico.

Hasta la semana pasada, la familia de Abdellah fue una de las muchas que encuentran una residencia temporal (un año como máximo) en el albergue, en uno de los 11 apartamentos para núcleos familiares que hay. De ahí, se trasladaron el pasado jueves a los pisos tutelados, donde permanecerán hasta que su situación económica les permita "independizarse".

El primer albergue con niños

El albergue de la capital aragonesa fue el primero de toda España que adaptó sus instalaciones para que pudieran vivir allí los niños con sus padres. De eso hace ya más de diez años. "Al normalizar la presencia de menores, cambia la idea de lo que es un albergue. Nunca hemos tenido ningún problema. Aquí convive gente de todas las edades, religiones y condiciones, en muchas ocasiones vemos casos muy dramáticos, pero salvo contadas excepciones, nunca se han dado follones", explica Gustavo García, responsable del albergue.

El año pasado, pasaron por el centro 3.175 personas, mil menos que en 2000. "Y desde que ha comenzado la crisis, prácticamente ningún día se ha quedado nadie fuera. En parte, se debe a que ha disminuido la inmigración, y hay menos gente que viene a buscar empleo. Por aquí pasan muchos temporeros", dice Gustavo, que reconoce que quien termina en el albergue es porque no tiene ningún apoyo familiar al que aferrarse.

Como en la historia del buen samaritano, los ciudadanos con menos recursos encuentran en el albergue comida, bebida, ropa, una habitación en la que dormir, espacios para el aseo personal y unos asistentes sociales que intentan sacarlos del apuro en el que se encuentren y, muchas veces, de la calle. "Intentamos orientarlos, pero aquí no tenemos una agencia de empleo. Nunca dejamos a nadie fuera hasta que pensamos que ya no podemos hacer nada más por él. Estamos obligados a pedir identificación; algunos lo hacen con la orden de expulsión", dice Gustavo.

Benito Artal es, a sus 65 años, uno de los "inquilinos" asiduos de este particular 'hotel'. En esta última "visita" lleva tres meses y pico. "Estaré aquí hasta que me echen, al menos tengo comida, casa y hasta algún amigo", cuenta.

De hecho, Gustavo asegura que quien se queda sin comer en Zaragoza es porque quiere: "Desde enero, damos comida a todo el que viene, se aloje aquí o no, y es curioso, pero no se llena nunca". En días normales, sirven unos 150 desayunos y algo más de 100 comidas. Su deseo sería poder decir algún día: quien duerme en la calle es porque quiere. El albergue tiene una capacidad para 85 personas (72 hombres y 13 mujeres) y hay además un espacio con literas para casos de emergencias, pero está en proyecto una reforma del albergue para habilitar un habitáculo mayor donde pudiera entrar todo el mundo en situaciones de emergencia.

Además, existe un servicio de ducha (abierto a todo el mundo) y otro de ropero. Recogen todo lo que la gente trae, lo lava y lo reparte entre la gente más desfavorecida. "Los pantalones vaqueros no llegan prácticamente ni a colgarse de la percha". En definitiva, el albergue es un 'hogar' para quienes más lo necesitan. "Ojalá llegue el día en que no haga falta, pero hasta entonces, estaremos aquí para evitar que la gente duerma en la calle", dice Gustavo.