SALUD

Sal e hipertensión, una pareja de "asesinos silenciosos"

>> Tres de cada diez hipertensos lo son por un excesivo consumo de sal que a menudo duplica los seis gramos diarios que la OMS establece como tope. >> Jóvenes bebedores, sedentarios y obesos e inmigrantes subsaharianos mal alimentados son las nuevas víctimas de una afección que mortifica a mil quinientos millones de seres humanos.

La sal da la vida, pero también la quita. El abuso del cloruro sódico es un factor decisivo en la hipertensión, una afección grave y silenciosa, casi siempre crónica, a menudo mortal y cada vez más común, que padecen 1.500 millones de personas en todo el mundo. En España, con 12 millones de enfermos, un 35% de la población adulta, la hipertensión se cobra 45.000 vidas cada año.


Ha encontrado un nuevo y preocupante 'nicho' en los jóvenes obesos, sedentarios y consumidores de alcohol y en los inmigrantes subsaharianos mal alimentados y con predisposición genética.

Reducir el consumo de sal supondría una bajada dramática de estas cifras y pondría freno al implacable avance esta pareja de "asesinos silenciosos". Reducir su consumo con alimentos menso ricos en sodio es el objetivo de la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA) ante el día mundial de la hipertensión que se celebra este domingo.


Sin la apreciada sal -origen de la palabra salario- y el sodio que contiene no podríamos vivir. Pero está claro que su abuso mata. La OMS, que aconseja un mínimo de dos gramos diarios, sitúa en seis gramos -una cucharada de café- el tope máximo de la ingesta diaria. Una cantidad que duplican muchos de los hipertensos españoles, de modo que tres de cada diez lo son por el excesivo consumo de sal, con ingestas entre 10 y 15 gramos diarios. Hay además tres millones de hipertensos en España que no saben que los son, una cifra que aumenta de año en año de forma alarmante.


"La sal es el principal factor de incremento de las cifras de presión arterial, como demuestran cada vez más estudios clínicos, de modo que si reducimos el consumo de sodio a los niveles aconsejados disminuiría la presión sistólica -valor máximo del tensión arterial- en 2,1 milímetros de mercurio, y la diastólica -valor mínimo- en 0,2 milímetros" explica el doctor Pedro Aranda, presidente del SEH-LELHA. Los beneficios serían inmediatos con una significativa disminución de los infartos y derrames cerebrales que se cobran esas 45.000 vidas anuales en España. A escala planetaria la OMS calcula que una disminución del 50% del contenido de sal en los alimentos que procesa y envasa la industria alimentaria y los que se elabora restaurantes reduciría entre 2,5 y 3 millones el número de víctimas mortales por ataques coronarios y vasculares.

Negro e inmigrante: alto riesgo


La hipertensión y el consumo de sal tienen también una relación directa con las insuficiencias renales y va en aumento tanto ente las capas de más edad como entre los más jóvenes. "Empezamos a ver muchos casos de menores de 25 años, sedentarios y con malos hábitos alimentarios, en los que hay abuso de sal, grasas saturadas y alcohol, un trío que a la larga es letal", apunta el doctor Aranda.


Muchas de estas víctimas jóvenes de la hipertensión, aquejados de derrames o ictus cerebrales e infartos, son inmigrantes negros, casi siempre subsaharianos, un grupo de población sobre el que se ceba esta enfermedad silenciosa y asintomática. La explicación hay que buscarla en los genes. Proceden de áreas tropicales y ecuatoriales muy cálidas, de modo que sus riñones acumulan sodio y no lo procesan como los de etnias de latitudes y climas como el mediterráneo. Es una peculiaridad genética que hace que al cambiar de clima y hábitos alimentarios aumente sustancialmente el sodio en su sistema renal y sus corazones percutan con más intensidad el torrente sanguíneo, con el consiguiente aumento de presión arterial. Si se añade su condición de inmigrantes y la escasez de recursos que les empuja hacia la más barata comida 'basura', abocándoles a una alimentación desequilibrada y deficiente, el cóctel resulta explosivo.


"Cada vez atendemos en los hospitales más jóvenes varones subsaharianos víctimas de derrames cerebrales o infartos" dice el doctor Aranda. "Sabemos que tienen menos recursos, que comen mal, que sus riñones tienden a acumular sodio y que tienen menos acceso al sistema sanitario, de modo que llegan a los hospitales jóvenes negros menores de treinta años en situación crítica tras una hemorragia cerebral o un infarto".

Adiós al salero


El sodio que consumimos no procede sólo de la sal que añadimos a las comidas. Está en la composición de muchos alimentos y prolifera especialmente en los precocinados y envasados y en la comida rápida o "basura". "Dos tercios de la sal que consumimos provine directamente de los alimentos, de modo que si prescindimos del salero conseguiremos reducir el consumo un 25%" recuerda la doctora Olga González, secretaria de la SEH-LELHA y endocrinóloga del hospital Ramón y Cajal de Madrid.


Señalan los expertos como otro factor de riesgo el hecho de que más del mitad de la población española presente sobrepeso y obesidad en distinto grado, de modo que es tan importante el control del sodio como del sobrepeso. "Por cada kilo perdido baja entre 1 y 2 milímetros la presión sistólica" dice la doctora González que recuerda como tenemos los españoles el dudoso honor de estar a la cabeza europea en obesidad adolescente.