ESTUDIO

Pasión láctea hace 7.500 años

Es una más de las singularidades del ser humano frente a otras especies; quizá no crucial, pero tampoco irrelevante. A diferencia de los demás mamíferos del Planeta, el hombre es el único cuyo organismo tolera la leche mucho después de superada la fase de amamantamiento, hasta el fin de sus días. Aunque el 'homo sapiens' no nació así. La capacidad fisiológica de digerir la lactosa -el azúcar natural de la leche- en la edad adulta fraguó en el Neolítico, hace unos 7.500 años, cuando el antiguo cazador nómada devino en agricultor y ganadero. Sucedió en Europa pero no en latitudes septentrionales, como se creía, sino en la región central y balcánica, desde donde se expandió en sucesivas oleadas al resto del continente.


En la lucha de todo ser vivo por la supervivencia, la evolución favorece aquellos rasgos genéticos que facilitan la adaptación al entorno y dan ventaja frente a los competidores de otras especies o entre los propios congéneres. Los bebés mamíferos tienen la capacidad natural de asimilar y digerir la leche materna, que pierden una vez criados. Inicialmente también sucedía en los humanos, hasta que un salto evolutivo cambió las cosas en ciertas regiones de Europa. Un estudio que publica hoy la revista 'PLoS Computational Biology' revela que unos 7.500 años atrás individuos de comunidades ganaderas centroeuropeas y de los Balcanes mantuvieron esta capacidad ya adultos al conservar la 'lactasa' -con 'a'-, la enzima presente en las vellosidades del intestino delgado encargada de descomponer la lactosa -con 'o'- en dos azúcares simples fáciles de digerir, glucosa y galactosa.


Esa novedad genética se reveló ventajosa para los sujetos y pueblos donde prevaleció. La leche del ganado doméstico estabulado y sus derivados sumaban un alimento más, disponible y a mano todo el tiempo. Un aporte rico en proteínas, calcio y en la vitamina D necesaria para fijarlo. La anomalía inicial se generalizó en el continente y hoy en la herencia genética racial de los europeos y sus descendientes prevalece con matices la llamada 'persistencia lactosa', excepcional en otros continentes.


"En todo el mundo gran parte de la población adulta no produce lactasa y tomar leche y lácteos les provoca problemas digestivos. Sin embargo, la mayoría de los europeos producen esa enzima durante toda su vida", explica Mark Thomas, profesor del área de Genética, Evolución y Medio Ambiente del University College London (UCL), coordinador del estudio.


Los investigadores asocian ese salto genético a la presencia del alelo -13,910#T y también a la existencia de condiciones ambientales favorables. Sería -dicen- un ejemplo de 'co evolución' asociada al auge ganadero, "ya que el consumo de leche por parte de los adultos solo empezó a ser posible con la domesticación y la cría de animales, y a la vez, la producción de lácteos creció a medida que más poblaciones humanas toleraban la lactosa".


Gracias a programas avanzados de computación y al cruce de datos genéticos, arqueológicos e históricos, el estudio contradice teorías previas sobre el origen de la persistencia lactosa en Escandinavia y otras regiones del norte, donde la leche en la dieta actuaría como sustituto de luz solar para sintetizar la vitamina D.


Los autores recuerdan que se han identificado proteínas lácteas en recipientes cerámicos de entre 7.900 y 7.450 años de antigüedad hallados en Rumanía y Hungría. La expansión del consumo general de lácteos desde la región balcánica hacia el resto de Europa explicaría también por qué casi todos los europeos tolerantes a la lactosa -casi el 90% de la población- presentan la misma versión del gen, expresado en el alelo -13,910#T. En África, donde apenas un tercio de los adultos toleraría la lactosa, se han identificado al menos cuatro variantes genéticas, autóctonas la mayoría y también la versión europea.


La tolerancia a la lactosa entre los adultos es una rareza no solo entre los mamíferos; también dentro de la propia especie humana. Se estima que el 70% de la población mundial tiene hipolactasia, bajos niveles de lactasa o ausencia total, lo que les causaría dificultades de distinto grado para asimilar la lactosa. Ese rasgo es hegemónico en Asia, donde el 90% de la población es intolerante, y porcentajes muy altos se dan entre la población americana nativa. Incluso en Europa el panorama es desigual: en los países nórdicos, Irlanda y el Reino Unido los porcentajes de intolerancia van del 5 al 15%. En el Mediterráneo, la tasa es del 50%.