SIDA

Las nuevas infecciones ensombrecen los éxitos contra el VIH

Arranca en México la XVII Conferencia Internacional del Sida, que reúne a 25.000 congresistas bajo el lema "`Acción universal, ya!".

La XVII Conferencia Internacional del Sida comienza en México con buenas noticias (las personas con VIH, el virus causante de la enfermedad, viven ahora 13 años más que en 1996), pero sin librarse de grandes sombras que obligan a matizar y rebajar los éxitos en la lucha contra una pandemia que ha causado ya más de 25 millones de muertes. No es sólo que haya todavía 33 millones de personas con el virus de inmunodifiencia humana. Lo más inquietante son las nuevas infecciones (2,7 millones en 2007, apenas un 10% menos que en 2001), que aumentan en países pobres como Kenia y Mozambique, emergentes como China, Indonesia y Vietnam, nuevos ricos como Rusia, y hasta desarrollados como Australia, Alemania y el Reino Unido.


Y eso, sin necesidad de insistir en las graves asignaturas pendientes que justifican el lema de México-2008, "¡Acción universal, ya!", que llama la atención sobre la urgencia de una respuesta global contra el VIH-sida desde dos perspectivas. Una, garantizar el acceso sin excepciones a la prevención, el tratamiento y la asistencia, para la que incluso se marca la fecha de 2010. Y otra, acabar con el estigma y la discriminación que dañan a personas afectadas y familiares y que lastran la lucha contra la enfermedad.


El éxito es posible


Hablar de 13 años más de vida es un símbolo de que el éxito es posible. Pero no deja de ser un retrato parcial. Primero, porque el estudio internacional que aportaba ese dato sólo cubría Canadá, Estados Unidos y Europa (en África, donde viven el 67% de las personas con VIH y el 60% de las mujeres seropositivas, el sida continúa siendo la primera causa de muerte). Segundo, porque esa mayor esperanza de vida, que incluso mejora con una terapia más precoz a pacientes que conservan más defensas, no oculta el hecho de que las expectativas de cumplir 60-70 años siguen quedando 10 años por debajo de quienes no están infectados por el virus. Y tercero, porque esos avances terapéuticos para cronificar la enfermedad no bastarán para controlarla definitivamente si no se paran las nuevas infecciones. Ni siquiera en el mundo rico.


Lo apuntaba hace apenas un mes en una reunión científica en Londres el experto español José María Gatell, que reconocía los "éxitos muy limitados" en ese apartado -"tenemos las mismas infecciones que hace una década" y advertía de que "si se siguen infectando al mismo ritmo", puede producirse una sobrecarga del sistema sanitario. Y aunque es cierto, como se acaba de subrayar desde el Ministerio de Sanidad español, que nuestros 1.600-1.800 nuevos casos de 2007 suponen una "incidencia baja" (en el mundo se registran más de 7.000 diarios), también lo es que el repunte de la epidemia en Alemania y el Reino Unido deja en evidencia un descuido preventivo en toda Europa.


No bajar la guardia


España no es ajena a ello, porque la propia cronificación del VIH-sida ha hecho "perder el miedo" que antes hacía extremar las medidas de precaución y no olvidar los medios de protección. Ahora, los datos sobre insuficiente uso del preservativo y el paralelo incremento de enfermedades de transmisión sexual no dejan lugar a dudas sobre la persistencia de prácticas de riesgo. Y especialmente entre personas heterosexuales -de todas las edades, no solamente jóvenes-, que son las que aportan ya la mayoría de nuevas infecciones. También se ha bajado algo la guardia en el ámbito homosexual, aunque su tradición de máxima conciencia le hace permanecer más alerta.


Al respecto, Gatell apunta un mensaje preventivo básico para esa gente confiada en que la enfermedad ya es crónica: "No se meta usted en un problema crónico, que le va a provocar un montón de molestias a lo largo de su vida. No da igual ser diabético o no; todas las personas que lo son preferirían no serlo", remacha.

Al fondo, la pobreza


Las organizaciones no gubernamentales insisten en unir inseparablemente la pandemia al problema de la pobreza. Como subraya la española Ayuda en Acción al explicar su presencia en México-2008, su "lucha contra el sida es un elemento transversal en sus programas de promoción del desarrollo", porque la trascendencia del VIH "no debe analizarse sólo en términos de salud, sino también sociales y económicos".


Primero, porque afecta sobre todo a la población en edad de trabajar y perjudica la capacidad productiva de sus países.


Segundo, porque reduce la escolarización -los padres se ven forzados a priorizar el gasto sanitario-, y aún más la de las niñas, convertidas prematuramente en cuidadoras de familiares enfermos. Y tercero, porque esa misma falta de escuela agrava la espiral del sida: un estudio en Kenia revela que bastaría con mantener a las chicas en el colegio y darles educación sexual y sobre el VIH para reducir drásticamente la tasa femenina de infección.


A eso se añade una situación más o menos coyuntural como la subida de precios de los alimentos, no sólo porque podría recortar el presupuesto para la adquisición de medicamentos en muchos países pobres, sino porque la escasez de comida complica la toma del tratamiento, que muchas veces condiciona su eficacia a la ingestión de alimentos y bebida y a horarios regulares. Las más modernas terapias sin tales condicionantes son todavía un sueño lejano en el mundo pobre.