SEGÚN "DER SPIEGEL"

La Policía confirma que la hija del "monstruo de Amstetten" pasó varios meses atada a una viga

Kerstin Fritzl, hija-nieta del bautizado como "monstruo de Amstetten" y cuya enfermedad destapó el peor caso de abusos sexuales e incesto en Austria, sigue en extrema gravedad, aunque estabilizada, mientras se van conociendo más detalles de una historia que ha conmocionado a la opinión pública mundial.


Fue precisamente la delicada salud de Kertstin y su ingreso en el servicio de urgencias del hospital de Amstetten el pasado día 19 lo que sacó a la luz el secuestro y los continuos abusos sexuales a los que el electricista jubilado Josef Fritzl, de 73 años, sometió durante casi un cuarto de siglo a su hija Elisabeth, de 42.


Kertstin, quien en sus 19 años de vida no había visto nunca la luz del sol debido al encierro impuesto por su padre-abuelo en un zulo subterráneo, es la mayor de los siete hijos -uno de ellos fallecido- fruto de las continuas violaciones a las que fue sometida Elisabeth por su propio padre, en prisión preventiva desde hace una semana.


La joven Kertstin se encuentra en coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital de Amstetten a causa de una extraña dolencia y, según detalló a la prensa local el portavoz de los centros médicos de Baja Austria, Klaus Schwertner, sigue estando muy grave y precisa de respiración artificial, aunque se ha conseguido estabilizar un poco su estado.


Algunos especialistas en genética austríacos señalan que la extraña enfermedad de Kertstin puede tener su origen en problemas causados por el incesto, extremo éste que no ha sido confirmado por el hospital.


Kerstin presentaba, además, una gran despigmentación y problemas dentales y musculares, debido a la falta de vitamina D por la ausencia de luz solar y por el exiguo espacio vital del que disponía en el zulo de 60 metros cuadrados que compartía con su madre y dos de sus hermanos: Stefan, de 18 años, y Felix, de 5.


Los hijos de Josef Fritzl y Elisabeth se encuentran solos en una planta del hospital, atendidos por un equipo de profesionales, y con los cristales oscurecidos para que aquellos que padecieron el encierro subterráneo puedan acostumbrarse paulatinamente a la luz solar.


El edificio está vigilado por guardas de seguridad, policías, bomberos de la localidad e incluso miembros de la unidad "Cobra" de operaciones especiales de las fuerzas de seguridad.


En los últimos días, se han redoblado los esfuerzos en un intento de evitar que los fotógrafos accedan al hospital para capturar una imagen de la familia.


Los diarios austríacos relatan que en la noche del viernes se detuvo a un fotógrafo disfrazado de policía que trataba de entrar en el centro médico. Asimismo, se interceptó a varios más que intentaron saltar las vallas del centro.


Además, los policías han tenido que bajar a fotógrafos encaramados a los árboles que rodean el hospital y, según publica el periódico "Österreich", incluso llegaron a hacer frente a un grupo que trataba de entrar por la fuerza en el centro sanitario.


Ante esta situación, el primer paseo al aire libre de las víctimas no ha podido tener lugar, no sólo por la necesaria adaptación paulatina a la luz, sino también por el acoso mediático.


Por otra parte, Franz Polzer, jefe de la Policía Criminal encargada de la investigación del caso, confirmó hoy que Elisabeth pasó los primeros nueve meses de su largo secuestro de 24 años atada con una correa para así minimizar sus movimientos.


Polzer lamentó la filtración de algunos detalles de la investigación, difundidos ayer por el semanario alemán "Der Spiegel", y mostró su temor a que se produzcan más "revelaciones".


Josef Fritzl se enfrenta a una condena de hasta 15 años de prisión por violación, aunque es posible una sentencia mayor si se le acusa de "homicidio por omisión de auxilio" en la muerte de uno de sus hijos-nietos.


De los siete hijos que tuvo con Elisabeth, a tres de ellos Josef los depositó cuando tenían pocos meses de edad delante de su casa, junto a una carta de la madre, para simular que ella -supuestamente en una secta desconocida- los abandonó para que los abuelos se hicieran cargo de los niños.


Los otros tres vivieron hasta hace pocos días encerrados bajo tierra con su madre, mientras que un séptimo bebé murió al poco de nacer y su cuerpo fue incinerado por su padre-abuelo en una caldera de calefacción.


En la edición del diario alemán "Bild", el abogado de Josef Fritzl, Rudolf Mayer, opina que su defendido "no debería estar en la cárcel, sino en un psiquiátrico".


A su juicio, el jubilado, que ya ha confesado, es "un enfermo psíquico y, por tanto, no es responsable de sus actos".