SALUD

La paradoja mental

Mientras trastornos graves tardan cuatro años en diagnosticarse, en el 13% de consultas especializadas no hay patología, sino malestar cotidiano. "Las desgracias de la vida no se curan con antidepresivos", advierte el experto Enrique Baca.

La paradoja mental está servida: "Gran cantidad de patologías no llega al sistema sanitario, pero sí llegan problemas de la vida cotidiana que se medicalizan". Lo subrayan Enrique Baca y Miquel Roca, presidente y secretario de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM), que contrastan el retraso de casi cuatro años en diagnosticar enfermedades graves como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, con el "13% de consultas de atención especializada sin causas patológicas detrás".


A esas personas les "pesan" tanto las dificultades de la vida cotidiana, que su "queja emocional pasa los filtros médicos previos" hasta desembocar en ese escalón sanitario. Pero el especialista acabará señalando un "código Z", como se identifica a los pacientes sin trastorno mental diagnosticable remitidos desde atención primaria, muchas veces ya con tratamiento psicofarmacológico. Lo que suele haber detrás, apunta Baca, es simple malestar social y personal derivado de una complicada situación socioeconómica y laboral. Por no hablar de supuestos síndromes como la depresión postvacacional, que "es un código Z, no un cuadro clínico; un caso leve es otra cosa".


El presidente de la FEPSM aclara que "en una primera etapa hay un vaso comunicante entre malestar social y demanda sanitaria en general", que crece cuando aquél aumenta. Sin embargo, añade, "cuando se hace muy alto, la demanda baja", como si hubiera una especie de umbral soportable del disgusto y el descontento. Lo que debe quedar claro, advierte Baca, es que "las desgracias de la vida no se curan con antidepresivos".

Prevalencia estable


El experto sostiene que "las enfermedades mentales graves no aumentan en términos absolutos" (en España alcanzan a medio millón de personas), que su "prevalencia permanece estable en todo el mundo" y que existe "poca influencia de factores culturales en su producción", aunque sí la hay en su evolución. De hecho, la esquizofrenia afecta al 1% de la población en países tan distintos como China, Zimbabwe o Canadá, si bien "el pronóstico de la enfermedad es diferente" en cada lugar, y en ello "el factor cultural es decisivo".


Baca también cree "dudoso que haya aumentos netos de prevalencia en patologías mentales infantiles". Lo que hay es mayor capacidad de detección y tratamiento, que no impide que "la salud mental infanto-juvenil sea uno de los problemas pendientes" en la sanidad española, donde "no existe título oficial de psiquiatra infanto-juvenil". En este ámbito, añade, "se ha avanzado menos que en psiquiatría de adultos, y el tema es vital, porque la mayoría de trastornos graves comienza entre la pubertad y los veintitantos años". De ahí, remacha, la necesidad de "enfocar a ese colectivo las medidas preventivas", que deben "involucrar al sistema sanitario, pero sobre todo al sistema educativo".


También en clave preventiva, el presidente de la FEPSM sugiere "un campo maravilloso que ni siquiera hemos empezado a recorrer" sobre la "posibilidad de influir en lo genético a través de lo ambiental". La idea de partida es que "no hay ninguna separación sustancial entre genética y ambiente" y que éste "influye en la expresión del gen". Y el reto sería "modificar los factores de riesgo" ambientales para "modificar la forma como se expresan los genes". De hecho, añade Roca, "la toma externa de un tóxico cambia la dotación genética". En cuanto a alteraciones cromosómicas heredadas, Baca precisa que "puede haberlas", pero que, "en el caso de las enfermedades mentales, no las produce indefectiblemente", aunque el riesgo es mayor cuando son muy marcadas.