La contribución aragonesa

Las instalaciones del CERN, vistas desde la superficie, no son demasiado espectaculares. Sin embargo, tan solo un centenar de metros bajo tierra se esconde un tubo de 27 kilómetros de circunferencia por el que se lanzan partículas que rozan la velocidad de la luz. Un proyecto en el que han trabajado durante 20 años personas de unos 80 países, entre ellos, España.


La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, destacó ayer el papel español en la construcción del instrumento científico, "tanto por su importante aportación económica, más de 55 millones de euros en 2008, como por la participación de investigadores de varias universidades".


Y, por supuesto, tampoco ha faltado la participación aragonesa. La empresa zaragozana Taim-Tfg (ahora Taim Weser) suministró las tres principales grúas que se usaron para montar el gran detector del LHC. En el año 2000, proporcionó dos grúas con capacidad para elevar 80 toneladas que debían alcanzar los 115 metros de profundidad, donde debía introducirse el detector a través de un tubo de 18 metros de diámetro. Si esta operación parece de por sí complicada, aún lo es más teniendo en cuenta que los movimientos de las grúas no pueden desviarse ni un milímetro. En 2003 suministraron otra grúa más pequeña para el montaje en la caverna.


Pero aquí no acaba la contribución aragonesa, que también ha tenido presencia "intelectual". Un ejemplo es el equipo de la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia (Eupla), que junto con la compañía Eads Casa llevó a cabo parte de la fabricación de los soportes que el acelerador de partículas lleva en cada uno de sus tramos de 15 metros. "Nuestro trabajo fue realizar los controles de calidad de los componentes", afirma Fernando Quero, director de la Eupla. Otro aragonés que ha participado in situ ha sido Carlos Gascón, un ingeniero zaragozano que se encargó de dirigir y supervisar la distribución eléctrica del electroimán gigante del CERN, dentro del experimento conocido como Atlas.