TOROS

José Tomás pasa casi de puntillas por la plaza de toros de Valladolid

Dos toros de sobresaliente condición trajo la corrida de El Pilar. Primero y cuarto. El primero, negro listón, fue el de más cuajo de los seis. Se durmió o malmontó el picador que trabajaba, o se rebelaría el caballo, y el toro derribó dos veces. Ni memoria del derribo.


Esos dos toros entraron juntos en el lote de Manolo Sánchez, a quien el destino había guardado plaza de telonero en la corrida de José Tomás. La corrida estaba pensada para José Tomás y no para Manolo Sánchez. Ni siquiera para Miguel Ángel Perera, que no venía de comparsa sino todo lo contrario. Perera vino a echarle a José Tomás un pulso o el guante. No llegó a haber propiamente reto ni desafío. Y si lo hubo, José Tomás no se dio por aludido.


Perera presentó por si acaso cartas credenciales, que fueron, en el tercero de corrida, un sobrero de La Palmosilla, y después de un atascado puyazo, cuatro lances capote a la espalda en un quite de supremo ajuste. Gaoneras de las habituales en el repertorio de José Tomás. Imposible la réplica. No fue, además, tarde de poder torear de capa ni el propio José Tomás.


Larguísimas faenas: la airosa pero liviana y malograda de Manolo Sánchez que abrió serie; una empeñosa, frustrante y destemplada pelea de José Tomás con el segundo, y también el sólido, pero interminable trasteo de Perera.


Una oreja le dieron a José Tomás del segundo. Para recompensar su entrega tozuda.