CONCILIACIÓN FAMILIAR

"Intentamos reservar un tiempo para estar juntos"

En hostelería no hay horario fijo. El martes era el día de fiesta de Juan José Banqueri y Maite Barra, 41 años, dueños de tres restaurantes. Pero un cocinero se puso malo, hubo cambio de planes y tuvieron que ir a trabajar a La Parrilla de Albarracín, en Zaragoza. Sus hijos, Emilio y Raúl, de 13 y 11 años, ya están acostumbrados a que sus padres tengan horarios especiales, a que trabajen fines de semana y festivos, a que en las fiestas del Pilar les manden al pueblo de los abuelos…


Maite se levanta la primera y ayuda a los chicos. El mayor estudia 2º de la ESO y va solo al colegio en autobús urbano. El pequeño empieza las clases más tarde y la madre le acompaña a la parada del autobús. Sobre las 9, Maite y Juanjo van al restaurante. Ella se encarga de la administración y la sala, y él de cocina. Trabajan sin parar hasta que terminan las comidas, sobre las 16.30. A mediodía, los chicos comen en el restaurante y vuelven a clase. Los padres comen cuando terminan de recoger. Por la tarde-noche, Maite se queda en casa con los chicos y Juanjo vuelve al restaurante para las cenas, hasta el cierre, a la una (o las dos, en verano).


"Hace dos años, nos mudamos de La Romareda y compramos un piso encima del restaurante, en la calle Cádiz, para tener más vida familiar y vernos más. Antes, muchos días ni veía a los chicos", cuenta Juanjo. Todas las tardes, de cinco a ocho, reservan tiempo para la familia. Aprovechan para estar todos juntos, hacer alguna compra, recados, médicos, etc. Y un día a la semana, si no hay imprevistos, los padres cogen fiesta y se van a cenar los cuatros. "Es difícil, pero procuramos guardar un tiempo para la familia", afirman.