TOROS

Exquisito y singular Morante de la Puebla en La Beneficencia

El diestro, pura inspiración, improvisó y se recreó con un repertorio inagotable.

Morante de la Puebla, dando un pase de muleta a su primer toro ayer, en Las Ventas.
Exquisito y singular Morante de la Puebla en La Beneficencia
JAVIER LIZóN/EFE

Todo lo que hizo Morante la tarde de la Beneficencia fue digno de ver, admirable y singular. Todo menos un horrendo metisaca en los bajos que atravesó por el pulmón al primer toro de Cuvillo. A ese toro, frío y topón en la salida, distraído y descarado, lo lidió con primor: ocho lances de los que no se jalean pero se paladean. Quedó transparente un principio: el grácil aplomo de Morante, que iba a ser la nota mayor de la corrida. El valor y la gracia.


También con el cuarto, un jabonero que no terminó de entregarse ni llegó a protestar tampoco y que, ahora sí, con una estocada soberbia en el hoyo de las agujas, salió de estampida ya herido de muerte en busca de una puerta.


En juego el tercero, el más bravo de los seis, Morante salió a quitar, se hizo el silencio de rigor y, tras dos capotazos de salirse afuera, Morante dibujó cuatro verónicas sencillamente mayúsculas -tres rizando un bucle en el momento de la reunión, y una última clásica de mano baja- y remató el quite con media de dejar al toro parado. Como un hechizo. Era el toro de Daniel Luque y Daniel decidió replicar a Morante por el mismo palo y en la misma dosis: cuatro verónicas, media y una larga.


El desafío provocó a la gente, hubo un clamor. Daniel invitó a Morante a salir de nuevo. Morante tocó ahora el palo de la chicuelina antigua. La pura, la del catálogo archivado: el capote abierto y desplegado en toda su anchura, el giro rápido de puntillas, el toque de salida casi brusco para obligar al toro. Estudiadas e improvisadas, sacadas del sombrero del mago: se puso la gente de pie. Luque volvió a atreverse con una contrarréplica. Y otra vez el mismo palo: por chicuelinas. Pero las modernas.


Con siete verónicas de tomar en corto el viaje, de ir ganando un paso de lance en lance, de amachambrarse Morante con el toro empapado en los vuelos y de rematar como se rematan las obras maestras: con media verónica.


Cayetano se animó a quitar en su turno y en un ambiente tan expectante que podía cortarse el aire. Un gran quite: abierto con un farol de encaje frontal, cumplido con cinco gaoneras templadas, el pecho abombado sobre el lomo del toro y una media recargada de remate, un semicírculo perfecto su órbita. En su primer toro, firmó un garboso quite por tijerillas.


Cayetano, favorecido por dos toros de carril, acompañó a uno y otro con empaque, que es natural en él, pero no llegó a ligar entera y por abajo una tanda completa, de las de vaciarse. Salvo la primera con que, genuflexo o enroscado en trincheras, abrió faena en el quinto, espléndido toro gentil.